La nada misma
Mundo surreal convoca a los peores y más usuales prejuicios con respecto a los videojuegos y los videoclips, con una historia que sólo se dedica a aturdir y avanzar a los tropezones.
Lo escuchaba ayer al compañero de redacción Mex Faliero hablando por la radio sobre Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, señalando algunas dificultades que tenía esa película para fusionar el virtuosismo formal y sus ideas narrativas con la sensibilidad que necesitaba la historia de amor entre Jim Carrey y Kate Winslet. Y cómo la película llegaba a buen puerto en gran parte gracias a las actuaciones de la pareja protagónica. Y decía que algo parecido sucedía con Mundo surreal, el último filme de Zack Snyder.
Esto último es totalmente pertinente. Y habría que agregar que un problema extra es que no hay un Carrey o una Winslet para sostener esas construcciones que normalmente se caerían. A lo sumo tenemos a Scott Glenn y Carla Gugino levantando parlamentos muy pero muy pesados, aunque en papeles completamente secundarios. En cuanto a Emily Browning, Abbie Cornish, Jena Malone, Vanessa Hudgens y Jamie Chung, poco pueden hacer.
Da la impresión de que Snyder quería contar una gran historia, armar un relato poderoso que hable del poder de la amistad; la imaginación como herramienta de evasión pero también de combate; la figura femenina queriendo luchar contra la mirada objetual; la opresión y corrupción institucional; el choque entre la perversidad adulta y la ingenuidad infantil en el tránsito hacia la madurez; etcétera, etcétera. Pero al final, lo único que queda es el…etcétera, etcétera. Todo lo debe poner el espectador, porque el filme no tiene nada para ofrecer, excepto mucho ruido y pocas nueces.
Esto sucede porque el realizador, al igual que con 300 y Watchmen, no consigue enlazar apropiadamente el barroquismo audiovisual con la construcción de los personajes. En consecuencia, pronto se puede divisar el esqueleto de la película, que a pesar de todas las peleas y escenas de acción se revela raquítica y sin fibra. Su estructura episódica queda al desnudo, frágil, vacía, hueca. Bien vale la comparación con Scott Pilgrim vs. The world, que conseguía disfrazar su armazón secuencias en base a personajes con un espesor inusual, el diseño de un espacio impactante y coherente, y una narración sin pausa.
Mundo surreal convoca a los peores y más usuales prejuicios con respecto a los videojuegos y los videoclips, con una historia que sólo se dedica a aturdir y avanzar a los tropezones, sin aportar una mínima dosis de sentido, sólo destacándose en la composición de la banda sonora (que es realmente el único aspecto de la cinta que es original y demuestra una búsqueda propia), alejada de todo lo que pueda catalogarse como cine.
Leyendo las declaraciones de Snyder con respecto a su próximo filme, la nueva versión de Superman, se percibe una honda preocupación por actualizar al superhéroe, otorgándole la humanidad necesaria y dándole una razón de ser dentro del mundo actual. Las intenciones en principio son acertadas, pero preocupa mucho la llamativa falta de habilidad que ha mostrado el director para lograr eso que se propone, teniendo en cuenta el último trío de filmes que realizó. Desde El amanecer de los muertos que no consigue empatía con los personajes y las acciones. Superman, en este momento, parece un desafío que lo supera.