El individuo y sus fragilidades.
Breve presentación del realizador turco Nuri Bilge Ceylan (nacido en 1959): se trata de uno de los nombres más importantes del cine de las últimas dos décadas, un director abonado a los festivales clase A y ganador de premios, como la Palma de Oro en Cannes por el estreno que nos ocupa, todo un acontecimiento para la cartelera local. Tres monos, Érase una vez en Anatolia, Climas y Nubes de mayo son algunos de sus títulos, áridos, de extensa duración, donde se concilia una puesta en escena minimalista pero nunca excesiva y una lectura particular sobre el mundo. La acción, o en todo caso, las conversaciones que se entablan entre los personajes de Sueño de invierno, se ubican en una zona montañosa de Turquía, con clara preeminencia de un hotel como (casi) único espacio físico. El disparador argumental es la agresión de un chico contra el auto de Aydian, el personaje central del film, un cínico y arrogante intelectual que parece extraído de un texto de Chejov. La referencia al escritor ruso no es casual, ya que las derivaciones del caso llevarán a que Ceylan explore a los habitantes del pueblo –donde Aydan es uno de sus "señores"–, especialmente, a la joven esposa del protagonista y hasta a su hermana, recién separada. El tono es gris y lúgubre, las conversaciones conforman el corpus central del film, la luz mortecina describe a un paisaje helado y mortuorio que parece detenido en el tiempo. Por momentos, la forma en que se expande el argumento de Sueño de invierno recuerda a algunos títulos del gran Ingmar Bergman, también a la transparencia temática del cineasta griego Theo Angelopoulos y a los tempos cansinos de la obra del húngaro Bela Täar.
Ceylan, por lo tanto, es un director que oscila entre la importancia de los temas que aborda (muchísimos en Sueño de invierno) y un bajo perfil destinado a no subrayar los contenidos. Allí estaría el secreto de su cine: convertir a sus temas en relatos universales, incómodos para disfrutar (extraordinarias las dos discusiones de Aydian con su hermana y luego con la esposa), pero extrañamente seductores por su exposición y franqueza. Por eso las más de tres horas del film jamás se hacen eternas y transcurren placenteramente