Sueño de invierno que induce al sueño en toda estación.
A poco de empezada esta larga y amodorrante película, una pedrada nos despierta. Un niño atacó el jeep en que viaja el protagonista, dueño de unas casas, y el padre del chico no piensa castigarlo. Subyace el resentimiento entre el propietario que días atrás envió al oficial de justicia para efectuar un embargo y el inquilino muy ofendido pero incumplidor. Un hipócrita lleva al niño a pedir disculpas. Lo que pasa entonces puede asociarse con la escena siguiente, donde un caballo es doblegado tras furiosa lucha. Punto.
Con esa sola situación los hermanos Dardenne hubieran hecho un relato breve e intenso, de inquietante contenido moral. El turco Nuri Bilge Ceylan hace sólo un capítulo más atendible que el resto, y dedica el resto, que excede las tres horas de proyección, a extensas e inconducentes conversaciones entre el protagonista, su esposa joven pero agotada, su hermana agria y resentida, y otra gente que difícilmente sepa cantar el Himno a la Alegría. El personaje es un actor retirado, dueño de un hotel turístico poco atractivo y unas casas viejas que alquila a los pobres. Pero no atiende el hotel. El se dedica a escribir reflexiones que otros publican respetuosamente, y a divagar con las mujeres, que poco respeto le tienen.
El sujeto se llama Aydin, y, según dicen los que saben, eso en turco significaría "iluminado", término actualmente aplicado en forma despectiva a los intelectuales que miran y opinan desde lo alto de su torre (en este caso, desde el fondo de su cueva en Capadocia). El y los suyos hablan pero muestran notable desgano a la hora de ayudar a alguien en forma concreta. La hermana le reprocha "pereza y cobardía", "capacidad de no ver", pero ella, por su parte, no hace nada y encima critica a una mujer caritativa. En fin, por ahí va la mano, con vueltas y más vueltas hasta completar los 196 minutos que dura todo esto.
El año pasado, en Cannes, un jurado presidido por Jane Campion y apuntalado por Jia Zang-ke dejó en cuarto término a "Leviatán" y "Mr. Turner", desdeñó olímpicamente "Timbuktú, "Dos días, una noche", "Sils Maria" y "Relatos salvajes", galardonó el divague godardiano de "Adiós al lenguaje" y consagró este plomo con la Palma de Oro. Cabe reconocer que no estuvieron solos. La crítica snob también se muestra complacida con la amodorrante y exquisita lentitud del cine de Nury Bilge Ceylan, y está dispuesta a encontrar en sus largos diálogos la cúspide del pensamiento intelectual más brillante. Lo compara con Bergman y Dostoievski, pero estos autores además de profundidad tenían nervio, sangre, y sentido del suspenso. Y él se compara con Chejov, pero sólo en la melancolía y languidez de sus ambientes y personajes. Chejov tenía un sentido del humor que aquí no existe. En síntesis, baste decir que más interesantes son Onur y Sherezade.