No hay lugar común alguno que Suite francesa no se prive de tocar, pero eso no la convierte en una mala película, sino todo lo contrario. Luego de vestirse de época con The Duchess, el director Saul Dibb se acerca mucho más en el tiempo y es ahora el escenario siempre recurrente de la Segunda Guerra Mundial el elegido para narrar una historia de amor y valentía en pleno holocausto.
Dentro de los primeros minutos, la tensión que propone el film es palpable. Una joven mujer, Lucile -Michelle Williams-, vive junto a su suegra -Kristin Scott Thomas- en un pequeño pueblo. Es en el mismo momento que el espectador conecta con la historia que dicho pueblo se ve atacado y ocupado por un régimen de soldados nazis que no generan más que temor y desconfianza absoluta entre los pobladores. Los problemas de las mujeres Angellier no hacen más que empeorar cuando un apuesto y callado teniente alemán se instale en sus casas, y cambie sus vidas de una manera u otra.
Todos los tópicos habidos y por haber que se les ocurra pasarán en Suite francesa y, en vez de intentar deshacerse de ellos, la adaptación de la célebre novela de Irène Némirovsky se regodea con ellos. En el guión del propio director y su colaborador Matt Charman, importa más el entramado de los pueblerinos versus los soldados que el nacimiento de la historia romántica en sí. Y no es que Williams ni el noble teniente de Matthias Schoenaerts no posean química alguna, sino que su trama, la que debería importar, se ve aplastada en pos de seguir las tensiones dentro del pueblo.
Amén de desperdiciar un poco al personaje que interpreta Margot Robbie, que queda reducida a una pueblerina calenturienta -no nos quejamos de ello, pero Margot está para más-, las intrigas generadas entre un bando y otro sobresalen por el virtuoso elenco, comenzando por la pareja de campesinos que componen la genial Ruth Wilson y su marido Sam Riley, mientras que el francés Lambert Wilson hace de las suyas como el vizconde que rige en el pueblo antes de la llegada de los invitados alemanes. Los entretelones de los enfrentamientos, dentro de las facciones como entre unas y otras, son el verdadero corazón de la película, y si bien más de un espectador llegará a ella por la promesa de un amor imposible entre una joven francesa y un soldado alemán, seguro se llevará mucho más con el drama bélico que proponen Dibb y su cohorte. No me quiero olvidar, por supuesto, de la gran Kristin Scott Thomas, una actriz de pedigree a la que no le faltan credenciales ni el talento para abordar un personaje muy contradictorio e injusto a veces, pero que va cambiando con el correr de los minutos.
Suite francesa retoma ese tan transitado camino de la brecha humana durante la 2º Guerra Mundial y en su relato pueden caber muchos lugares comunes. Pero, en general, el combo es bastante satisfactorio, con una factura técnica loable y con temas morales que siguen siendo necesarios hoy en día.