El gran héroe americano
No puede resultar más oportuno el estreno de la última producción del muy veterano y venerado Clint Eastwood en plena semana en la que se decide el que será nuevo presidente de los EEUU. Allí ya llegó a la cartelera en pleno aniversario del 11 de septiembre, pero aquí la podemos disfrutar deshojando la margarita de si será Clinton o Trump el nuevo inquilino de la Casa Blanca.Sully: El gran héroe americano 3
Eastwood ya ha amenazado con retirarse del cine en unas cuantas ocasiones, pero se ve que el gusanillo le debe de seguir picando y cada cierto tiempo vuelve a colocarse detrás de las cámaras, normalmente con unos resultados bastante estimulantes tanto de taquilla como de público. Y es que quien tuvo retuvo, y aunque ya no se desmarque con obras maestras incontestables como lo fueron en su día Bird (1988), Mystic River (2003), Million Dolar Baby (2004) o Gran Torino (2008), todavía es capaz de pergeñar un puñado de buenos trabajos como J. Edgar (2011), El Francotirador (2014) o esta Sully (2016) que ahora nos ocupa.
América necesita héroes, y más después de la dura crisis mundial que todavía sigue dando más de un coletazo y que nos lleva por la calle de la amargura. Hemos dicho héroes, y no superhéroes de esos que llevan mallas y capa. Los líderes políticos que, en teoría, deberían dar ejemplo y servir de guía a los más necesitados se muestran impotentes e inoperantes ante una situación que les supera y de qué manera. Así que, el director se fija en esos hombres de andar por casa, de integridad intachable que sólo quieren hacer bien su trabajo y sin comerlo ni beberlo se ven envueltos en una situación extrema.
Es lo que le ocurrió al capitán Chelsey Burnett Sullenberger, más conocido como “Sully”, un piloto de aviación de las líneas aéreas estadounidenses, quien tuvo la difícil tarea de amerizar un Airbus 320 del vuelo 1549 de US Airways en el río Hudson de Nueva York, sin que se produjese daño personal alguno. La película recrea aquella caótica situación desde dos puntos de vista: en primer lugar explica cómo lo vivieron los sufridos pasajeros, miembros de la tripulación del avión y los trabajadores del centro de control que dieron al aparato por perdido.
Con esta primera versión de los hechos y la participación de agentes externos, como esas empresas aseguradoras que intentan apretar las tuercas para ver si pueden demostrar que hubo algún fallo humano y así poder ahorrarse unos dólares, la trama crece en tensión de manera considerable.
Lo mejor se guarda para el tramo final, ese en el que vivimos la peripecia desde la versión de los dos protagonistas, y es ahí cuando la figura humana cobra toda su relevancia y se eleva majestuosa ante cualquier duda que pudiera hacer palidecer la heroicidad narrada con puntillosa pulcritud. Y quien mejor que Tom Hanks, ese gran héroe americano de la actuación, quien ya tiene ganado a pulso un puesto en el Olimpo de la actuación hollywoodiense, para dar vida a la figura de un hombre cotidiano que lleva la honradez y la rectitud por bandera.
El film se ve con agrado y rezuma ese aroma a cine clásico que tanto se echa de menos en las obras cinematográficas de hoy en día. La valía de Eastwood para mover la cámara con solvencia y dominar los tiempos narrativos está fuera de toda discusión. Otra cosa es que escarbemos un poco para intentar encontrar dobles lecturas o un nivel de profundización más elevado en el desarrollo argumental. No los hay, pero en esta ocasión tampoco son necesarios.