Nadie puede negar que Clint Eastwood es todo un patriota y sabe cómo retratar a los héroes norteamericanos. Claro que se pone un poco denso cuando se trata de “anécdotas” militares, pero da en el clavo con los hombres comunes en circunstancias especiales. Ayuda un montón tener a Tom Hanks encarnando a Chesley 'Sully' Sullenberger, un papel que le calza a medida al tipo menos odiable del universo.
“El milagro del Río Hudson” todavía está fresco en la memoria de los neoyorquinos que atestiguaron la hazaña, y del resto del mundo que siguió los acontecimientos por TV. El 15 de enero de 2009, este experimentadísimo piloto logró amerizar de emergencia la nave que piloteaba, con 155 almas a su cargo y tras ser embestida por una bandada de aves que inutilizó los dos motores, de lleno en el río que discurre entre Manhattan, Staten Island y las costas de Nueva Jersey, sin lamentar ninguna víctima fatal. Lo que se dice, un verdadero milagro, y un acto digno de todos los honores.
Pero detrás de los aplausos vienen los cuestionamientos, los de la aerolínea, los de las compañías aseguradoras y toda esa sarta de burócratas que intentan buscarle el pelo al huevo, en este caso, probar que Sullenberger actuó precipitadamente y que podría haber aterrizado en alguno de los aeropuertos más cercanos.
Eastwood nos lleva por este camino y, más allá de mostrarnos el accidente de forma contundente y realista, se mete con la psique del piloto que, a cada paso, va dudando de sus propias determinaciones. Su conducta, su experiencia y su habilidad para tomar decisiones en casos extremos se ponen a prueba en apenas unas horas después del accidente. Un proceso que, de ser hallado “culpable”, podría obligarlo a retirarse prematuramente.
Sully su copiloto Jeff Skiles (Aaron Eckhart), se enfrentar a un sinfín de pruebas físicas, simulaciones, datos y etcéteras que contradicen su versión. Hay apoyo y orgullo entre los dos hombres, pero las dudas no dejan de crecer.
El realizador no se excede ni en dramatismo, ni espectacularidad, se concentra en el factor humano y, por supuesto, en el heroísmo (real) de todos los participantes del rescate. Los ecos del 11 de septiembre se sienten en cada fotograma, pero no hay alusiones políticas de ningún tipo, y eso se agradece.
Hanks vuelve a ser el alma del film, el tipo al que le creemos todo. En “Sully: Hazaña en el Hudson (Sully, 2016) sólo necesita un poco de canas para cambiar su apariencia e introducirnos en el mundo de este hombre que no se altera ante la presión y conoce al dedillo su trabajo, pero se perturba cuando lo ponen bajo la lupa y cuestionan su instinto.
“Sully” es una historia correcta, bien construida. El típico drama “basado en hechos reales” del cual conocemos el desenlace, pero igual nos mantiene al borde del asiento sufriendo un poquito por el destino de los personajes. Esto es gracias a la pericia de Clint Eastwood, al afilado guión de Todd Komarnicki, a la interpretación de Hanks, impecable como siempre, y al mismísimo Sullenberger que deja traslucir su integridad, no sólo a través del actor, sino de la historia, basada en su propio recuento de los hechos.