Shithappens!, dicen los americanos, pero lo que le pasó a Sully no fue tan grave; menos, aun, en comparación con lo que le ocurrió a otros tantos compatriotas en un vuelo dentro de la misma ciudad. Pero hablamos de una tragedia que ocho años antes hizo dar vuelta al mundo en sentido contrario. Lo que le pasó a Sully, repetimos, no fue tan grave. En enero de 2009, pleno invierno neoyorquino, el vuelo 1549 con destino a la ciudad de Charlotte sufrió un accidente apenas despegar de La Guardia.
Una bandada de pájaros hizo un clavado en las turbinas de ambos alerones y al avión no le quedó otra que planear. Sin que le tiemble el mostacho, el piloto Chesley “Sully” Sullenberger (Tom Hanks) pidió permiso para volver a La Guardia o aterrizar en la base más cercana; se lo dieron. Sully calculó, le cambió la mirada y –sin consultar con su copiloto, Skiles (AaronEckhart)– dijo a torre de control: “aterrizo en el Hudson”. Y así hizo, y pese a los 20 grados bajo cero del agua, que a duras penas los flotadores podían impermeabilizar, pese a que un loco quiso alcanzar la costa a nado y a una mujer que patinó con el salvavidas puesto río abajo, la tripulación entera sobrevivió, sin un rasguño.
El único que la empezó a pasar mal fue Sully; primero, porque la compañía aérea le inició una investigación, por hacerlo responsable de pagar una indemnización y por creer que habría podido aterrizar en un lugar que no fuera agua (ni la ciudad, claro está). Y por otro porque, precisamente, Sully empezó a tener pesadillas, incluso diurnas, donde creía ir directo con el 1549 hacia algún edificio de la ciudad. Todo bien, hasta ahí. La semi tragedia ocurrió y está bien calcada.
Bien Hanks como el veterano piloto, y mejor aún Eckhart, echándole un poco de nervio al impertérrito Forrest Gump. Pero el nervio flojo de Clint Eastwood (pura corrección política en la pantalla, total incorrección por fuera) es lo que exaspera. Siempre para sus personajes en algún momento el mundo parece venirse abajo, pero se salvan, aunque sea en las aguas frías del Hudson. Y después, ¿es necesario mostrar una vez más a los verdaderos protagonistas entre los títulos finales? Estas son las cosas que hacen que Eastwood nunca deje de ser un realizador, en el mejor de los casos, apenas correcto.