Un piloto de avión devenido cowboy
Cercana a la maestría, la nueva película de Clint Eastwood conjuga hazaña y milagro. La proeza y la fe como rasgos sociales posibles. La herida que no cierra y el porvenir. Nunca el protagonista dará respuesta afirmativa a su tarea "heroica".
Hazaña o milagro, por allí anda el alma de la nueva película de Clint Eastwood. El subtítulo de la distribución local no está mal, aun cuando ratifique: "Hazaña en el Hudson". Es decir, si de hazaña se trata, vale pensar en el Eastwood deudor de John Ford y Don Siegel, cuyos héroes enfrentaban y resolvían. Pero si de milagro se habla, mejor darle lugar al sumo exponente: Frank Capra.
Entre una y otra arista se define Sully, film dedicado al amerizaje del piloto Chesley Sullenbergeren el Hudson, a partir de los hechos sucedidos el 15 de enero de 2009: una bandada de pájaros estropeó los motores del avión y la decisión del piloto salvó la vida de 155 personas. De todas maneras, un juicio le tuvo en suspenso, mientras los medios amenizaban con entrevistas, loas heroicas y contenidos basura.
Ahora bien, la referencia milagrosa la plantea el mismo film. Elige hacerlo desde la menciónfugaz de esa palabra, pero sobre todo al asumir un esquema narrador que le sitúa cerca del mundo capriano. Tom Hanks interpreta a "Sully" Sullenberger como un cruce entre el Jefferson Smith de Caballero sin espada, y el George Bailey de Qué bello es vivir. Ambos, construcciones mayúsculas de James Stewart para Frank Capra. A la vez, la relación imbrica a Hanks en una evidente continuidad caprianaque ya tiene película previa, también notable: Puente de espías, de Steven Spielberg.
Además, entre Qué bello es vivir y Sully, el agua cumple función esencial: de prueba vital, de cercanía con la muerte, de renacimiento. El caso de Capra es el de la fe, hay que creer en el milagro o no hay cine. El caso de Eastwood es más directo, lo plantea como hecho comprobado. Vale decir, la solidaridad a la que aludía Capra puede leerse de maneras ambiguas, la que postula Eastwood es cierta, aun cuando se trate de un episodio excluyente, que puede admitir contraejemplos (cinematográficos o de la "realidad").
En este sentido, el espejo distorsivo, que es revés invocado pero nunca mencionado por la película, sería el 11‑S. El hecho trágico circunda el relato desde su inicio, como trauma desdoblado: sobre lo que podría haber sido ‑tal la pesadilla de Sully‑ y sobre lo que efectivamente sucedió ‑el 11‑S como hecho inmanente‑. Por esta doble vía circula el héroe de Eastwood, sin estridencias, contundente en sus respuestas, a veces con matices de amargura o duda. Su tarea será la de redimir la herida para restaurar la fe (en el cine o en la realidad). Así como lo hacía Eastwood con el cowboy místico de El jinete pálido.
Por sobre las resoluciones tecnológicas, Sully elegirá detenerse en el factor humano, y confiar en que es ése el lugar desde el cual se pueden resolver los problemas, aunque se trate de enfrentar, ni más ni menos, que a tiburones financieros de empresas y compañías aseguradoras.
Cada una de estas alusiones, la película las agrega como aspectos que no necesitan de enunciados. Nada hay en este film que se sitúe más allá de su "sencillez" formal. La claridad de lo expuesto es suficiente, a la manera de las "viejas" películas de Hollywood: si se enciende el televisor, éste coincide con el inicio preciso del informe periodístico que necesitan ver los personajes. Coincidencias así sólo son posibles en el buen cine.
Nunca el protagonista dará respuesta afirmativa a su tarea "heroica". Sólo señala haber cumplido con su trabajo. La mención del término "héroe" es apelada de varios modos, pero fundamentalmente desde el uso retórico de los medios periodísticos. Su reiteración es asumida por los telespectadores. Cuando se produzca el choque entre éstos y Sully, la escena recordará aspectos que rebotan en uno de los mejores momentos de otro film de Eastwood: La conquista del honor, también con un bar como escenario.
Como un cowboy, Sully ha cumplido con su tarea. Es parco, seguro de lo que sabe y debe hacer, así como de no rehuir. Su accionar ha permitidoa la comunidad proseguir. Y por las dudas: serán las buenas maneras las que permitan a tres pasajeros tardíos abordar el avión. Las buenas maneras ‑las buenas películas‑ todavía existen. Y salvan vidas.