Nostagia trip
La aparición del logo de Amblin Entertainment (ese que tiene la silueta de Elliot y ET cruzando la luna en una bici, imagen icónica de los 80 si las hay) ya lo dice todo, J. J. Abrams quiere homenajear a su ídolo y mentor, nada más y nada menos que Steven Spielberg. Lo del creador de Lost y director de la nueva Star Trek sigue siendo una incógnita dentro del cine, una similar a la que por nuestros pagos tuvimos con Damián Szifron: ¿Se trata de alguien al que la televisión le queda muy chica o de alguien al que el cine le queda muy grande? Misión Imposible 3 instaló esa duda (sobre todo en comparación con las anteriores películas de la saga, dirigidas por auténticos animales del celuloide como John Woo y Brian De Palma) mientras que su nueva versión de Viaje a las estrellas sorprendía a propios y extraños. Algo era muy claro, lo de Abrams es la primera división. Por eso la idea de querer realizar esta suerte de Greatest Hits Spielberguiano y ochentoso generaba sentimientos encontrados y alguna que otra duda. ¿Lograría Abrams ganarle al maestro en su propio terreno o estamos ante un mero imitador que busca emular a un narrador mucho más eficiente que el?
Partiendo de una idea basada en las propias experiencias del realizador que de chico se juntaba con sus amigos a filmar películas caseras en su pueblo natal, Súper 8 confirma el innegable talento de Abrams como narrador y generador de las diferentes emociones. Por momentos J. J. consigue (al igual que el Spielberg de E.T. y Encuentros cercanos del tercer tipo) combinar el mejor cine pochoclero de aventuras con una historia intima y familiar, en la que la ausencia de las figuras paternas y el paso de la infancia a la adultez (los temas más recurrentes del Spielberg de aquel periodo) son la clave del relato.
La historia es la de Joe, un joven que perdió a su madre y se comunica poco con su padre, y que mientras filmaba junto a sus amigos una película de zombies casera es testigo de un accidente ferroviario y el posterior escape de una misteriosa criatura del interior del tren descarrilado. Ese es el punto de partida para una aventura en la que habrá terror, un misterio por resolver y hasta una historia de amor prohibida entre Joe y su compañera (y actriz del film dentro del film) Alice. Sin dudas, es en este territorio más intimo en donde están las mayores virtudes de Súper 8, ya sea en la interacción natural entre los amigos al mejor estilo Los Goonies o The Monster Squad, como en la relación amorosa creciente entre Joe y Alice (a la que Elle Fanning dota de una humanidad contagiosa, sin dudas la mejor actuación de todo el film) o los conflictos disfuncionales entre padres e hijos que sirven de trasfondo dramático para el cuento principal.
Si Abrams sólo se hubiera dedicado a contar esta linda y trágica fabula de amor y perdida de inocencia creo que hubiéramos estado ante una autentica obra maestra. Pero el problema es que el director no sólo quiso hacer su propio Cuenta Conmigo, sino que también buscó el gran espectáculo y entremezcló las historias personales con la “gran historia”, aquella que tiene al extraterrestre revoloteando por el pueblo y haciendo que el ejército se haga cargo de contener la situación a cualquier costo. Es en este punto, en el que las citas cinéfilas ahora pasan por Jurassic Park y Tiburón (sobre todo en la idea de dejar al bicho en fuera de campo hasta el final) es donde se sienten demasiado los hilos del relato, y quizás sea donde Abrams, si bien demuestra ser un tipo de un indudable talento similar al de su mentor (ambos comparten además el excesivo uso de Lens Flare en varios planos) todavía le faltan unos pasitos para lograr esa combinación exitosa de géneros por las que es famoso el barbudo realizador. Pese a estas fallas, no hay dudas de que J.J. Abrams sigue siendo un director a tener muy en cuenta, sólo faltan unos pequeños ajustes para que estemos hablando de un excelente autor con todas las letras. Mientras tanto, esperamos con ansias el anuncio oficial de la segunda parte de Star Trek.