Tras el desastre comercial de la película live action de Super Mario Bros en 1993, Shigeru Miyamoto, el creador del video juego, aprendió una valiosa lección.
Para que una producción cinematográfica con estos personajes llegue a buen puerto Nintendo debe supervisar e intervenir cada aspecto del proyecto.
De ese modo evitan que en Hollywood hagan cualquier cosa con una franquicia que lleva vigente más de 40 años en el mundo del entretenimiento.
A través de esa visión se desarrolló este film de animación que dio como resultado la obra más redonda de la compañía Illumination.
Un estudio que desde hace más de una década viene robando con los Minions y no llegó a presentar grandes títulos relevantes que resistieran más de un visionado.
La película de Mario es una adaptación impecable de la saga de juegos al mismo tiempo que ofrece una excelente propuesta familiar.
Aunque desde lo argumental no toma riesgos ni llega a tener la complejidad de la última entrega del Gato con Botas a los más chicos les ofrece el contenido de fantasía y aventuras que brilló por su ausencia en los estrenos de animación del año pasado, sin la prédica de tediosos mensajes moralistas.
Para el público infantil son 92 minutos de pura gloria con una propuesta muy atractiva desde su puesta en escena, mientras que los adultos disfrutarán del festival obsceno de fan service con la nostalgia en modo hardcore.
Me dio gracia mientras la veía porque los guiños y las referencias abarcan prácticamente todos los juegos de la saga pero el foco sentimental está puesto en la era de los 8 y 16 bits.
Si sos fan de Mario no hay modo que esta película no te saque una sonrisa.
En ese sentido sobresale la fantástica colaboración del compositor Bryan Tyler con Koji Kondo (creador de la música del juego) que a lo largo de la banda sonora trae al recuerdo las melodías famosas de niveles y pantallas específicas que son un clásico de la cultura popular gamer.
No ocurre lo mismo con la musicalización centrada en temas de rock de los años ´80 que quedó rara. El criterio de selección de las canciones es extraño porque la música no pega con las situaciones que se muestran en la pantalla.
El mejor ejemplo es el uso de Take on Me de A-ha que suena en un momento de la nada sin mucho sentido. Una de las pocas objeciones que se le puede hacer a este film.
Por otra parte, el retrato de los personajes es fiel a lo que se hizo tradicionalmente en las series de animación de los ´90 con la particularidad que la Princesa Peach ahora cuenta con una personalidad más fuerte y asertiva.
Una renovación que ya había cobrado fuerza en los últimos juegos.
De hecho Luigi termina siendo el caballero en apuros al que Mario y Peach deben rescatar de las garras de Bowser, quien sorprende con un perfil sentimental muy divertido.
Llama la atención la ausencia de Yoshi a quien supongo lo guardaron para una continuación con el fin de no sumar demasiados personajes.
La dirección corrió por cuenta de Aaron Horvath y Michael Jelenic (la dupla de Teen Tintans Go!) pero en todo momento queda la sensación que esta es una película de Nintendo.
Los empleados de la compañía de video juegos intervinieron hasta en el diseño de los kartings que conducen los personajes en una secuencia de acción, ya que a Miyamaoto y sus muchachos no les daba lo mismo que se representara cualquier vehículo.
Por esos detalles la película es tan buena que no parece una típica obra de Illumination.
Con respecto al doblaje en castellano cabe resaltar que el lenguaje se centra en un tono neutro y no presenta frases o modismos argentinos como ocurrió en la película del Gato con Botas que molestó a mucha gente.
Muy buena interpretación de Raúl Anaya (Bender en Futurama) en el rol de Mario.
Quedan algunas puertas abiertas en la trama para una futura continuación que seguramente se concretará sin problemas.
Todo indica que Mario llega para romperla en los cines y no tiene ninguna competencia sólida en materia de propuestas infantiles que le dispute la taquilla.
En resumen, una gran adaptación de este ícono de Nintendo que disfrutarán fans de todas las edades.