Phillipe Lacheau la escribe, la dirige y la protagoniza, y sabe que cuando una película dura lo justo y solo tiene como pretensión hacer reír ya tiene parte de la partida ganada. Si a eso se le suma que es una sátira al mundo de los súper-héroes, especialmente dedicada a los fanáticos del género, la propuesta tarda un poco en arrancar, pero después se desliza hacia las situaciones bien logradas, algunas observaciones críticas y a la construcción de la psicología del eterno perdedor. En la trama a un actor que no triunfa ni por casualidad le llega, un poco a los tropezones, la posibilidad de protagonizar a un súper héroe francés, en una producción clase B que a él le suena a gloria. Mucho más cuando sabe que trabajará al lado del actor que inspiró su vocación. Como un giro gracioso, cuando está caracterizado como “Badman” tiene un accidente, pierde la memoria y cuando reacciona se cree realmente un hombre de acción destinado a combatir el mal. Acumulación de equívocos, con frescura y liviandad.