Naturaleza sangre
La segunda película de Jennifer Lynch (Boxing Helena, 1993) es un rompecabezas de un caso policial pero a la vez de la mente humana, envolviéndonos en la perversa psicología de sus protagonistas relacionados con una serie de asesinatos. La hija del afamado David Lynch (El hombre elefante, Terciopelo azul, Carretera perdida), orquesta de este modo un juego de puntos de vista a la perfección con Surveillance (2008), una bocanada de aire fresco a la trillada cartelera local.
Un brutal asesinato propiciado por unos encapuchados da comienzo a la más ardua investigación para resolver el caso. Dos agentes del FBI (Bill Pullman y Julia Ormond) llegan a la jefatura de policía ubicada en un pequeño pueblo de carretera comandada por el Capitán Billings (Michael Ironside). Tres testigos cuentan sus versiones de los hechos que continuaron con la ola de crímenes en medio de la ruta. El espectador deberá desentramar la oscura naturaleza de los relatores para comprender quien es el culpable de la masacre.
Parece más de lo mismo pero nunca lo es. Los distintos clichés de este tipo de relatos se suceden uno tras otro: un violento asesinato de unos encapuchados dementes en medio de la carretera; policías de un pequeño pueblo rural esperando algo de acción; distintos testigos declarando los hechos con policía malo/policía bueno tratando de sacarles la verdad. Pero nada, absolutamente nada termina siendo así.
Y esto sucede porque Jennifer Lynch invierte todos los componentes del género policial y del serial killer para explorar el origen de la violenta naturaleza humana. El asesinato parece quedar de lado, ser sólo la causa de tanta locura desatada en medio de la nada. La realizadora trabaja las consecuencias del hecho que altera el accionar de los distintos personajes.
La película articula minuciosamente un entramado de puntos de vista que irá manipulando la información que le llega al espectador para sorprenderlo minuto a minuto y dar inesperadas vueltas de tuerca. No hay personajes buenos, ni víctimas ingenuas de lo acontecido, hay una manipulación tras otra, desde los personajes entre si hasta de la realizadora con el espectador quien también, y como un cuarto punto de vista, desconfiará de lo expuesto para tratar de desentramar el caso.
Surveillance se impone como uno de los mejores filmes del año en cuanto a su construcción narrativa. Desde su título ya está manipulando un juego sonoro con las palabras vigilancia y violencia: facetas centrales de la naturaleza humana, esa misma que explora tan acertadamente Jennifer Lynch.