Cuando se anunció ésta película, muchos cinéfilos (entre los cuales me encuentro), dijimos: “¿Es realmente necesario? ¿Hace falta una remake de uno de los mayores exponentes del cine de terror?”.
Y me encanta que me hayan tapado la boca. La nueva Suspiria no solo es genial, sino que además es otra cosa, se distancia de la original de Dario Argento, aunque manteniendo un par de elementos claves.
En esta oportunidad el que se sienta en la silla de director es Luca Guadagnino, quien hace poco nos brindó la espectacular Call me by your name (2017).
Lo que genera aquí es fenomenal. Es aterrador en el sentido más estricto de la palabra desde lo visual. Las imágenes son perturbadoras, y hay algunas escenas que cuesta verlas, sobre todo en el climax.
El film está muy bien narrado, con una fotografía cautivadora.
Lo único que le objeto, en comparación con la cinta original, es la dirección de arte, escenografía y colorimetría. Cada plano de la película de Argento era un deleite innovador para los ojos. Aquí no sucede lo mismo, pero tampoco se lo busca.
En lo que sí es muy superior es en el elenco. Tanto Dakota Johnson como Tilda Swinton hacen un laburo increíble.
Se transforman, y contagian miedo y desesperación.
Nos encontramos ante una película de terror diferente, muy difícil de emparentar con otras, ya sean clásicas o modernas.
Es rupturista, y va a desacomodar al espectador. Incluso al fan del género.
Esto se debe a que tiene más capas que una simple película de este estilo. Es para ver más de una vez y analizarla tranquilo.
Suspiria deja la vara bien alta en la materia, y dudo que pueda ser superada este año por otra propuesta.