De amores y cocodrilos
Luego de darse a conocer mundialmente con Aquel querido mes de agosto (2008), el realizador portugués Miguel Gomes entrega con Tabu (2012) un relato fascinante, único.
Con un extraño prefacio comienza el film de Miguel Gomes. Un explorador, ante la imposibilidad de soportar la pérdida de su mujer, decide dejarse comer por los cocodrilos. Más allá de esta elección truculenta, la película nunca lleva al relato hacia una zona revulsiva. Podemos decir, en cambio, que la de Gomes es una historia casi fabulesca. Un cuento complejo y a la vez sencillo. Secuencia a secuencia, Tabu deja una estela de misterio que lo enviste de una melancólica seducción.
La película retoma formas cinematográficas anacrónicas (el blanco y negro, el formato 4:3, la voz en off) y produce un extrañamiento casi lúdico, como ocurría con Historias Extraordinarias (2008). Se genera una contradicción semántica entre el devenir del relato pasional y la forma en la que éste es mostrado en pantalla. Más aún cuando, culminado el prefacio, comience la primera parte del film y conozcamos a Aurora, una anciana bastante neurótica que vive en Lisboa y es cuidada por una mucama que le tiene mucha paciencia. En esta parte hay una mayor concentración en el personaje y su entorno, como si los elementos nucleares de su vida ya hubieran acontecido y sólo queda un pasado que no termina de conocerse.
Hacia aquel pasado vuelve la segunda parte, cuando Aurora tenía 60 años menos y vivía junto a su marido en una colonia africana. Un rasgo exótico que rememora el universo de Marguerite Duras mixturado con otro singular procedimiento: la voz en off de uno de los personajes que, a modo de intertítulo, repone aquello se dice. En esta parte la atención está puesta en un triángulo amoroso tan prohibido como trágico. Gomes consigue una síntesis formal que no desentona con lo propuso antes sino que, por el contrario, incorpora al melodrama con cierto tono absurdo que se percibe aún más en el epílogo y en la primera parte (presten atención a los sueños de la anciana).
Tabu despliega amor al cine en cada fotograma. Dentro de sus singularidades, la mesura opera como una forma de magnificar lo sencillo (algo que pareciera ser un oxímoron). Es así como una inclusión sonora anacrónica (el tema Baby I love you de The Ramones) no genera una afectación posmoderna, sino una especie de licencia poética que se integra y grafica aquello que transcurre mediante la imagen. Estamos frente a la tercera película de un director que ya alcanzó la categoría de autor, aún vigente y estimulante en nuestro tiempo.