Tabú

Crítica de Lucas Rodriguez - Cinescondite

Tabú encuentra un nuevo y sorprendente modo de narrar en imágenes, muy distinto al de otros rescates de la estética del cine mudo. Con su prólogo y sus dos partes separadas por 50 años, el film cuenta desde un punto de vista emocional los resortes de la vida privada y de la historia del séptimo arte. Mientras tanto, habla de la relación entre dos vecinas primero y luego sobre un amor del pasado.

De difícil clasificación, la película del portugués Miguel Gomes es una insólita y laberíntica obra que puede leerse de varias maneras: un ensayo sobre la melancolía post-colonial, una fábula de la conexión de las almas o incluso la crónica de una pasión prohibida. Todas esas lecturas son posibles a partir de un díptico que enfrenta, en respectivos formatos de blanco y negro de 32 y 16 mm., el relato actual de una anciana burguesa que sospecha de la brujería de su criada, y su pasado en una África que exuda pasión, sudor y ninguna restricción moral. En las interrelaciones entre ambas partes, entre el pasado y el presente, se fragua el misterio de una película en cuya narrativa única uno puede identificar el tiempo anterior —aquí un continente, un país innominado— como ese tesoro insensato y lleno de fantasmas amados que pactan con bestias milenarias.

Tabú se destaca por la delicadeza a la hora de utilizar la magia del cine mudo y un acontecimiento histórico para ofrecer una sagaz visión con un trasfondo político y social interesante sobre la decadencia del colonialismo en África, aunque va más allá y también nos habla de la nostalgia y el amor hacia el período mudo, un recuerdo que perdura en la memoria de mucha gente. Una obra que trata sobre los diferentes puntos de vista y formatos para narrar historias, que consigue materializar con gran acierto la forma en que se producen las emociones, las vivencias y la memoria, para finalmente realzar lo adulterado de la narración como fiel exposición de la realidad. Gomes también nos propone cuestionar nuestra visión respecto al desfallecimiento del amor e indaga en la esperanza interior que todos tenemos de encontrar el edén en algún momento de nuestra existencia, aunque la moraleja final sea implacable: la vida, por mucho que nos duela, no es como en nuestros anhelados sueños.

Tabú propone un elaborado ejercicio intelectual y un disfrute de la necesidad de relatar en su sentido más primitivo e inocente. No es para todos, ya que su formato, su esquematización, es arte y más arte, lo cual puede bloquear a más de uno que no abra la mente a una propuesta inigualable y profunda.