Alejada de cualquier tipo de formalidad impostada o corrección política sobreactuada, el tándem de directores integrado por Marco Berger y Martín Farina presenta Taekwondo, un trabajo que explora la relación con el otro desde las hormonas.
El relato comienza con la llegada de Germán a una quinta bonaerense en la que un grupo de amigos pasa sus vacaciones entre paredes, pileta, jardincito y muchas, muchas charlas en las que la testosterona es la reina madre del escenario.
Germán tarda en encastrar en ese combo de flacos, altos y más o menos torneados que juegan al fútbol, hablan de chicas y se pasean desnudos por la casa, donde son uno y a la vez todos, donde cada uno es uno más.
Germán mira, Germán piensa, Germán calcula, sopesa situaciones, vivencias y posibles reacciones ante su sexualidad.
El cuerpo a cuerpo como pánico escénico, la cercanía como barrera y los miedos y prejuicios sociales como alambre de púas de la convivencia.
Berger-Farina logran un film certero, en el contexto de un país que busca ser cada día más tolerante incluso pese a su propia población, a menudo encerrada en mandatos, tradición, familia y propiedad.
Taekwondo es más que su título, es más que los encuadres claustrofóbicos en el patio, es mucho más que cuatro o cinco pijas revoleadas en cámara. Es una historia pequeña y gigante en posibilidades de fuera de campo. Es un acierto del cine local, por sobre todo.