Basada en tres historias reales de mujeres afroamericanas que trabajaron en la NASA a principios de los años ’60, la película nominada a tres premios Oscar es una historia de superación personal en el sur segregado de los Estados Unidos. Protagonizada por Taraji P. Henson, Octavia Spencer y Janelle Monae, se trata de una película efectiva y efectista que busca la emoción del espectador a toda costa.
Películas como TALENTOS OCULTOS suelen ser calificadas de una manera muy específica en Hollywood como “crowd pleasers”. Esta expresión, que podría traducirse como “del agrado del público”, suele otorgarse a veces de manera un tanto condescendiente, arrinconando a esos filmes a una categoría curiosa, la de no tener otra intención que complacer a la audiencia y buscar hacerlo de todas las formas posibles. Cuando están bien hechas, suelen ser las películas que mayor éxito comercial tienen y mejor recepción del público. Cuando están mal, por decirlo en una frase de uso común, “se le ven todas las hilachas”: se notan las costuras, se evidencia esa búsqueda de tocar la cuerda emocional sensible del espectador como sea.
TALENTOS OCULTOS es, sin duda alguna, un “crowd pleaser” de la vieja escuela. Fiel a su estilo e intenciones, la mayor parte de las veces consigue los efectos que busca pero eso es lo que, a la vez, la vuelve predecible, convencional, excesivamente premeditada. La película de Ted Melfi narra la historia de tres mujeres afroamericanas que, en el sur segregado de los Estados Unidos de fines de los ’50 y principios de los ’60, entraron a trabajar en la NASA como “computers”, que era el nombre que se usaba para llamar al personal que hacía cuentas y cálculos en tiempos pre-computadoras (casi pre-calculadoras). Y la saga que narra, en cada uno de esos casos, es una de superación, tanto personal como de prejuicios raciales y de género, ya que esas mujeres no recibían el trato que merecían ni eran consideradas para trabajos de mayor dificultad.
La protagonista principal es Katherine Johnson (Taraji P. Henson), una mujer que creció con una enorme capacidad para las matemáticas y que, junto a dos amigas, trabaja en Hampton, Virginia, en una sede de la NASA. Las otras son Dorothy Vaughan (Olivia Spencer), quien parece tener habilidades para entender mucho más rápido que la mayoría de los hombres que la rodean cómo funcionan esos raros e inmensos aparatos de una empresa desconocida llamada IBM. Y Mary Jackson (la versatil cantante Janelle Monae, que también actúa en LUZ DE LUNA, al igual que Mahershala Ali, quien tiene un rol menor aquí), quien trabaja con sus dos amigas pero sueña con convertirse en la primer estudiante negra de Ingeniería en una universidad que hasta ahora no ha aceptado personas de color.
Pero tanto los personajes de Spencer y Monae (especialmente este último) van desapareciendo del relato, cuyo eje central pasa a ser el incómodo traslado de Katherine a la sala central (el Space Task Group) de la NASA donde se calculan y deciden los detalles de las primeras misiones espaciales. La llegada de la chica allí traerá todo tipo de dificultades: será mirada con desprecio e incredulidad, no le darán trabajo a la altura de su talento y tendrá también los problemas intrínsecos al Sur segregado: tendrá que usar el baño para “Colored People” que queda a varias cuadras de distancia y otros detalles más que complican su trabajo.
Su principal enemigo allí será Paul Stafford (Jim Parsons), ingeniero estrella que no quiere saber nada con ella. Y arriba de él está Al Harrison (Kevin Costner), quien de a poco pasará de ignorarla a reconocer sus cualidades y su capacidad de solucionar complejos problemas muy rápidamente. En un papel muy menor –uno sospecha que muchas de sus escenas quedaron fuera del montaje final– aparece Kirsten Dunst, como una supervisora a la que el ascenso de Katherine no le cae nada bien, por más que intente disimularlo.
TALENTOS OCULTOS recorre caminos muy previsibles desde lo narrativo y, desde lo formal, cumple también con los pasos ya probados para películas de este tipo, esas que de a poco van mostrando que estos personajes menospreciados (por su sexo y raza en este caso) finalmente terminan siendo fundamentales a la hora de solucionar problemas, demostrando esa capacidad que los otros, prejuiciosos, no alcanzan a ver. Es una película menor, políticamente correcta al extremo, un tanto blanda y nunca controvertida, pero que cumple lo que se propone: satisfacer a un espectador medianamente “progresista” con una historia de sacrificio, sufrimiento y triunfo. En ese sentido vale compararla con LOVING, de Jeff Nichols, una película mucho más compleja y ambigua sobre un conflicto racial similar que, por apegarse más a la verdad emocional de los personajes y no a la satisfacción inmediata de la audiencia, no tuvo ni el éxito ni las nominaciones de este filme.
Pero esa catarsis popular –en estos tiempos políticos tan extremos y retrógrados que se viven en los Estados Unidos desde el ascenso a la presidencia de Donald Trump– parece ser hoy más necesaria que nunca. Tanto que no sería extraño que la película termine por alzarse con algún premio importante en los Oscars, como sucedió el fin de semana pasado al ganar el premio principal en los SAG Awards. Es que toca todos los puntos politicamente correctos que tiene que tocar y lo hace sin generar ningún tipo de resquemor o incomodidad en el espectador. Un “crowd pleaser” hecho y derecho para los tiempos que corren.