Talentos ocultos

Crítica de Lucas Granero - Las pistas

Dentro del subgénero nominado “mujeres inteligentes que trabajan para mandar gente al espacio o para evitar que nos maten los marcianos”, Hidden Figures apuesta por una serie de procedimientos que al team Arrival, tan preocupado por disfrazarse de cualquier otra cosa, seguramente le deben resultar bastante vergonzosos. Y es que Hidden Figures abraza su condición sin hacerse ningún tipo de reclamos. Podríamos decir incluso que es un producto típico de esta época del año, como lo son las frutas de estación o los programas de tv veraniegos. Una película de los Oscars, fácilmente reconocible y nada culpable de asumirse como tal. Si existieran todavía videoclubs bien podríamos colocarla en un estante que llevaría ese mismo nombre, “películas de los Oscars”, compartiendo espacio con otros grandes especímenes de esta misma raza, como pueden ser The King’s Speech, The Help o la más reciente The Imitation Game. Todas ellas aluden a la empatía con el espectador, a quien emocionan con sus historias de sacrificios y fracasos, de obstáculos y luchas, de sueños que se cumplen contra todo pronóstico. Hidden Figures asume la que tal vez sea la forma más común entre este tipo de cosecha, la biopic sin disfraz, la que empieza con la frase based on a true story y finaliza con el devenir de sus protagonistas una vez terminado el marco temporal que narra, puntuado a veces con fotos que confrontan la realidad con la ficción: todo un emblema de estilo.

Así es como conocemos la historia de estas tres mujeres que en plena segregación terminan sobresaliendo como tres de las mentes más brillantes de la Nasa, cuyo trabajo fue fundamental para poner a los hombres a flotar en el espacio. Y aunque el guión se obstine en hacernos creer que una comunión entre blancos y negros era posible bajo el marco de la carrera espacial, sus hallazgos se encuentran en pequeños momentos de la cotidianeidad de estas tres mujeres, reveladoras escenas de vida donde la sombra amenazadora de “el gran tema” queda suspendida para tan solo dedicarse a observar las relaciones con sus hijos, sus madres, algún naciente amor que aparece y un pequeño baile en el que las preocupaciones se difuminan. Porque aquí el interés no es solamente lo que pasa cuando se tiene otro color de piel y se trabaja en la Nasa sino que a ese elemento se le suma la otra condición imposible de separar: la de ser mujer. En medio de un espacio que alcanza dimensiones hóstiles de machismo, donde hasta las propias mujeres blancas miran con cierto estupor que haya otras de su mismo género que quieran dedicarse a ser ingenieras, las decisiones de estos tres talentos hacen temblar lo terriblemente naturalizado de las posciones de poder que aquí se detentan. Porque a Sheldon no le importa que su contrincante en cuentas matemáticas sea negra sino que sea una mujer la que quiera firmar junto a su nombre las investigaciones.

En su delimitación tan marcada, en la que tan a gusto se siente, Hidden Figures apela incluso a un elemento más que la convierte inmediatamente en una favorita del oficialismo académico: su agenda política conscientemente actual pero para nada agresiva, lo suficientemente correcta como para ablandar los corazones y al mismo tiempo no ofender a nadie. En una ceremonia que se intuye como el lado b de la del año pasado, a la queja del oscars so white se la suaviza en esta edición con tres películas que abarcan diversos tiempos en la vida de los afroamericanos. De Fences y Moonlight hablaremos más adelante pero no hace falta mucha observación para que se haga evidente que ninguna de esas dos películas puede quitarle el privilegio a Hidden Figures, la fruta más linda, que no necesita transformarse en un show de declamación insufrible ni ser demasiado arty para decir lo que tiene que decir. Si, probablemente nos olvidemos de ella en uno meses (no tiene siquiera una buena canción para que se nos pegue) y nos burlaremos de algunos de sus pasajes más ridículos (Kevin Costner en un momento dice “en la Nasa todos meamos del mismo color” o algo así) pero ahora me permito celebrarla porque si vamos a entrar en este juego de los Oscars son éstas las películas que mejor bailan este ritmo y algún tipo de respeto debemos tenerles por saberse tan poco importantes para el resto del mundo que no sean esos pocos agraciados que el domingo aplaudirán a sus pares, se reirán de algún chiste, cerrarán algún contrato y nos volveremos a encontrar nuevamente en unos meses, cuando la nueva cosecha ya esté madura.