Virginia, tenemos una solución
Con Talentos Ocultos (Hadden Figures, 2016), segunda película en su haber, el director Theodore Melfi confirma aquello que ya podía palparse en su ópera prima, St. Vincent (2014): la habilidad para construir personajes, explotando al máximo cara arista de ellos, algo que pareciera ser requerimiento mínimo y elemental para un director que se precie como tal, pero que últimamente –y, sobre todo, en la competencia por los premios de la academia- no es tan común.
En sintonía con los galardones, el elenco del film ha recibido, recientemente, la estatuilla dorada del SAG (el Sindicato de Actores de los Estados Unidos) a Mejor Reparto, y esto apoya la idea planteada al comienzo. Cada personaje impone, cada uno tiene una historia por contar, y todos aquellos que juegan papeles secundarios completan y elevan el argumento.
Por supuesto, se destacan las protagonistas del film, quienes personifican a tres mujeres ejemplares, no solo por el trabajo logrado, sino por la tenacidad y entereza con la cual lo hicieron, en un entorno extremadamente hostil.
Situándonos en 1961, Virginia, Estados Unidos, donde la segregación era moneda corriente, Katherine G. Johnson (Taraji P. Henson) Dorothy Vaughan (Octavia Spencer) y Mary Jackson (Janelle Monáe), se volvieron piezas fundamentales para que la NASA pudiera llevar un hombre al espacio. Hazaña que pujaba cabeza a cabeza con los logros espaciales que Rusia también estaba consiguiendo.
Si bien la historia es guiada a través de Katherine, quien trabajaba codo a codo junto a un grupo de hombres con sutiles detalles racistas, bajo la jefatura de un impecable Kevin Costner, en vías paralelas se desenvuelve el relato sobre Dorothy, la primera mujer de color supervisora, quien tuviera a cargo la programación de las primeras computadoras IBM, y el empeño supremo de Mary por aplicar para estudiar en la Universidad de Virginia (derecho que al sector femenino le era negado), para poder convertirse en una ingeniera de la NASA.
La fluidez del relato regala una historia que parece ser sencilla por el modo en que ha decidido contarse (bajo la lupa Disney, podría decirse, aunque la empresa el ratón nada tenga que ver con este film) ya que, si bien estamos ante la presencia de la privación de derechos, de la discriminación deliberada, de la humillación a las que las mujeres -por mujeres y por negras-, debían utilizar el sanitario destinado para “ellas” o no poder compartir una cafetera con hombres blancos, en ningún momento la película cae en la vara aleccionadora, sino que subraya la valentía de este grupo de mujeres, quienes luchan por aquello que quieren, por salir de esa sombra constante a la que parecen haber sido relegadas y, finalmente, dejar al descubierto la capacidad y el talento desbordante que cada una poseía en lo suyo.
Mucho tiene que ver el nivel actoral de la terna protagonista para lograr el punto justo que convierte lo que parece una historia pequeña, por el modo en que fue abordada desde la dirección, en una historia que cambió el curso de la humanidad. Aquel “pequeño paso para el hombre”, fue posible gracias a grandes pasos de una mujer.