Tortura emocional
Con películas como Billy Elliot, Las horas y The Reader, el inglés Stephen Daldry se consolidó en Hollywood como director de películas "prestigiosas", "difíciles" e "importantes". Siempre estuvo al borde la explotación, pero aquí se pasa de la raya y nos somete a una insoportable tortura emocional.
Cuesta creer que un guionista con importantes antecedentes como Eric Roth (Forrest Gump, El informante, Munich) haya construido algo tan manipulatorio como Tan fuerte y tan cerca. Es cierto que la "culpa" principal es de la novela original de 2005, pero un buen profesional debería ser capaz de mejorar el material original. Ni él ni Daldry lo logran.
El film tiene como protagonista a Oskar Schell (Thomas Horn), un niño de 11 años que pierde a su padre (Tom Hanks) durante el 11-S (justo se encontraba en las Torres Gemelas) y queda al cuidado de su madre (Sandra Bullock).
El atribulado héroe del relato (un geniecillo insufrible) encuentra una llave que pertenecía a su padre y buscará de forma obsesiva y metódica por las distintas zonas de Nueva York a su dueño con la ayuda de su abuelo mudo (Max Von Sydow), para más datos sobreviviente del Holocausto.
Si ya la acumulación de semejantes eventos puede sonar exagerada, peor aún es la forma en que Daldry nos va presentando las situaciones (nos obliga, por ejemplo, a escuchar una y mil veces los desesperados mensajes telefónicos que el padre de Oscar deja pocos minutos antes del derrumbe de la Twin Towers).
La película quiere, necesita, nos exige, nos obliga a que nos emocionemos y utilizará todos los medios, las herramientas (más arteras) para que nos consustanciemos con esta historia de dolor y de redención, de amor y de aprendizaje.
Cuando unos artistas se enfrentan a materiales de semejantes implicancias deberían ser muy cuidadosos, muy austeros, muy pudorosos para con el espectador. Aquí, por el contrario, estamos ante una verdadera "pornografía" de los sentimientos. Los golpes son demasiados bajos y los 129 minutos se transforman en una verdadera odisea para el indefenso espectador.
Que esta película esté nominada al Oscar en la categoría principal no sólo es una injusticia para con Drive, Beginners, Las aventuras de Tintín o tantas otras obras más valiosas. Es una vergüenza para la Academia de Hollywood y desmerece por completo al premio más popular del planeta.