Tangerine

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

El cine indie norteamericano se convirtió en una suerte de género en sí mismo. Con festivales y galardones propios en donde se lo celebra; con artistas medidos por su fidelidad a este “estilo”, y con reglas (auto) impuestas diferentes a la del cine independiente de otro país.
Sean Baker, director de la sobre valorada Starlet, regresa con otra película ubicada dentro de Los Ángeles, y en una primera mirada pareciera que los puntos en común terminan ahí.
La historia se desarrolla de modo simple. Una travesti prostituta, llamada Sin-Dee Rella (en un juego de palabras que se pierde en doble vía al no poder traducirse), apenas de terminar su estadía en prisión, en plena víspera navideña, se entera por medio de una amiga del oficio, Alexandra, que su novio Chester, proxeneta, la estuvo engañando (con una mujer blanca) durante ese tiempo de ausencia.
Sin tener en claro cuál es el motivo, Sin-Dee inicia una búsqueda por las calles de esa ciudad. En el medio, se cruza con una fauna de personajes variopintos.
Presentada en el último Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, recarga las tintas sobre sus personajes, el fino entramado de relaciones, y por supuesto – regla básica del indie – el modo en que esta sencilla historia es narrada.
Aquí, el enganche es que está filmada con tres IPhone 5, y una simple aplicación de filtro. El director ha transmitido que no desea que su película sea vista desde esa perspectiva. Sin embargo, en cada festival, galardón, función especial, o publicidad para su venta en que se presentó, este dato es el que más se remarcó.
El tono es ágil, y el uso de esas cámaras colabora con la idea de travesía, o road movie urbana. Lo mismo se podría decir de la paleta de colores, o el susodicho filtro, que aporta una gama de tonalidades que resalta ese submundo de neón, de antros.
Kitana Kiki Rodriguez y Mya Taylor, como Sin-Dee y Alexandra son el foco de atención, su naturalidad (son realmente actrices trans y ex trabajadoras sexuales) para con el film aporta la comodidad que el espectador sentirá desde el minuto cero.
Baker construyó un largometraje que en ciertos aspectos, parece una profundización en historia de aquellos programas documentales que se hicieron famosos en la pantalla de HBO en mediado de la década del ’90 – el más famoso Taxicab confessions – , con testimonios sobre bajo mundos y sus usos y costumbres de modo naturalizado y no sin algo de amarillismo.
Aquí, es donde Starlet se encuentra nuevamente con el más reciente opus. Ambas son historias de personajes que disfrazan su soledad, que entrelazan relaciones no convencionales, y que intenta mostrar una cara oculta de la ciudad de la fama; pero con cierta liviandad, sin llegar al desagrado o al impacto.
Pretendidamente india, con todo lo necesario para caerle bien a sus adeptos, y oscilando entre el drama aportado por la historia en sí (como una suerte de triste o desangelado cuento navideño), y la comicidad natural impuesta por los diálogos; Tangerine se muestra desde el inicio como un film ameno, aunque ciertamente anecdótico.