Un tango que poco aprieta
Ya lo dice el refrán sobre quien mucho abarca. En su debut como director y libretista de cine parece que Acho Estol, líder de La Chicana, quiso meter en hora y media todo el elenco estable del local donde actúa, varios músicos más, ya que estamos, un recitador acaso innecesario, imágenes abundantes de una Buenos Aires mugrosa y creativa, tomas también abundantes de cada intérprete, más un prólogo que desdeña retóricamente la comercialización para turistas. No se puede todo en la vida.
Orquestado en cuatro capítulos (Las glorias, Las minas, Los nuevos intérpretes, Vuelve el tango) y mechado con idas y vueltas de material que parece sobrante, el registro permite apreciar diversos valores, y disfrutar algunos instantes memorables. Por ejemplo, el Marinero Montes ensayando con jóvenes guitarristas, Juan José Mosalini dando clase, Leopoldo Federico en sobremesa de anécdotas, Lidia Borda recordando a Luis Cardei, Adriana Varela cruzando por su viejo barrio, el guitarrista Hugo Rivas en su peluquería de Boedo.
Aparece Horacio Salgán, muy poquito. También Ariel Ardit apenas canta hermosamente un tema y chau, desaparece sin hacer declaraciones. Otros aparecen y reaparecen demasiado. Algunos dicen cosas interesantes. A algunos otros/as no habría que dejarles hablar tanto. Igual puede apreciarse el trabajo del montajista Agustín Elgorriaga, y la calidad de unos cuantos artistas históricos o dignos de serlo, como el propio Estol (pero no como cineasta).