Un abrazo que se funde a la distancia.
Para aquel espectador familiarizado con el cine de Mika y Aki Kaurismaki, realizadores finlandeses bastante conocidos gracias a festivales como el Bafici, la singularidad de introducir en sus bandas sonoras canciones o melodías de tango no es una novedad. Sin embargo, esos reconocibles tangos no pertenecen a la estirpe argentina o rioplatense, sino que forman parte de lo que se conoce en Finlandia como Tango Suomi.
La directora Gabriela Aparici se encargó de indagar e investigar básicamente los orígenes de este elemento cultural característico de los finlandeses y sobre todas las cosas sus puntos de contacto o diferencias con el tango de este lado del océano. Tango Suomi es el resultado de esa ardua tarea, traducido a un lenguaje cinematográfico que funciona en el sinuoso terreno del documental, respeta algunas características convencionales como las entrevistas de cabezas parlantes o el material de archivo, pero lo supera con creces en la búsqueda tanto estética como dialéctica de una voz propia.
Por supuesto no puede faltar la música en un documental sobre música ni tampoco las referencias con grupos que experimentan tanto en Argentina como en Finlandia, con diferencias de estilo, pero en el que convergen el tango y la pasión que genera interpretarlo, ya sea con instrumentos clásicos como el bandoneón o el piano hasta otro tipo de instrumentos y mixturas donde son afines al oído las influencias de Astor Piazzolla y sus innovadoras composiciones.
Si el tango vino junto a los barcos, sondeó océanos, transitó por calles de arrabal o murió en la boca de un marinero borracho, lo cierto es que su baile y su música trascienden fronteras y el sentimiento de nostalgia y melancolía -que no es lo mismo- no tiene bandera y comparte el mismo recuerdo de un pasado que no vuelve, estemos en pleno Buenos Aires o en la gélida Finlandia, al ritmo del dos por cuatro mientras la nieve acompaña a los ocasionales bailarines.