Ah, qué terrible el mundo de la música clásica, tan arriba, tan lleno de intrigas y buenos modales, tan hipócrita. En fin, esos son nuestros prejuicios y, aunque Leopold Stokowski haya actuado con Mickey Mouse, van a seguir. Es un buen campo, entonces, para desarmar otros. El cuento que narra Tár es simple: alguien brillante y todopoderoso, una artista que además es una lúcida mentora y tiene opiniones fuertes y propias sobre la vida, cae desde la cima por una acusación de abuso sexual. Uno podría elegir secuencias de la película donde Cate Blanchett logra que creamos su personaje de un modo virtuoso. Ejemplo: la entrevista del principio, donde la actriz actúa de alguien que actúa ser espontánea. Ejemplo: la destrucción del wokismo en la persona de un estudiante imbécil, en un largo plano secuencia. Detrás hay un juego de poder donde ese-actor-que-siempre-hace-de-malo-en-lasde-superhéroes es el-malo-del-drama-realista. Por suerte, el film no carece ni de humor, ni de ironía ni de defensa de la (in)utilidad del arte, pequeño o grande. Pero no caigan en la trampa: esta es una sátira vestida de mayordomo inglés que pide no ser tomada (tan) en serio. Y si Blanchett se merece el Oscar es por tocar borracha un acordeón a los gritos o reventar a un tipo a patadas en el suelo más que por tomar miméticamente una batuta. Ah, pero cine al fin.