LA TRAMPA DEL PROGRESO
Taranto es una pequeña localidad italiana que fue, luego de la Segunda Guerra Mundial, uno de esos territorios que mejor representó el ascenso económico de la Italia rica. La relación con el sector industrial, con las acerías y la producción pesada, fue lo que convirtió a Taranto en un destino ideal para aquellos que buscaban el progreso. De aquel pasado, señala este documental de Víctor Cruz, queda apenas una ilusión.
Taranto, la película, cruza lo medioambiental con lo político y lo social. El carácter contaminante de las industrias que están insertas en el medio de la ciudad ha producido muchísimo dolor y muerte, y el reclamo medioambiental se vuelve cada vez más masivo ante un Estado que no sabe o no puede o no quiere resolver el conflicto: de estas fábricas dependen unas 12.000 personas. El encierro conceptual de buena parte de la sociedad actual se sintetiza en esta ciudad y en este documental: morir de hambre por la desocupación o morir de cáncer por respirar el aire nocivo de las acerías. Un aire que ni siquiera deja morir en paz a los muertos: uno de los testimoniantes se pasea por el cementerio con un imán, levantando el polvo de hierro que se deposita sobre las tumbas.
Cruz ofrece un relato urgente, pero lo hace con elegancia y precisión cinematográfica, lejos del panfleto. Una gran escena resume la potencia de Taranto: mientras uno de los ciudadanos reclama por el cierre de las industrias contaminantes, una señora se mete en el plano y comienza a discutirle. El pasaje resume italianidad, pero también dos puntos de vista antagónicos que no parecen poder acercarse ni hallar una respuesta. Esa parece ser la trampa del progreso.