El comienzo del fin.
Al ver esta película no dejo de preguntarme, ¿para cuándo algo original?
En tiempos donde un producto al que le va bien -como fue el caso de Taxi (1998) y sus respectivas secuelas (la última se conoció en 2007)- los franceses parecieran querer replicar la formula hollywoodense de exprimir un producto a más no poder con secuelas innecesarias.
Ya sin Daniel Morales (Samy Naceri) y Émilien Coutant-Kerbalec (Frédéric Diefenthal), el filme se centra en nuevos personajes Eddy Maklouf (Malik Bentalha) y Sylvain Marot (Franck Gastambide). El resultado me recuerda a esas secuelas hechas sin corazón que buscan reemplazar a los actores principales por otros más jóvenes que no terminan de conectar con la audiencia. Es un milagro que este filme haya llegado a los cines.
Otros ejemplos que me vienen a la mente son Ace Ventura 3 o la precuela de los Dukes de Hazzard, ambas con un saldo lamentable.
Hacía mucho no salía tan desilusionado del cine al ver cómo la saga del guionista y productor Luc Besson ha ido decayendo a través de los años.
Ni la trama tan genérica como detener una banda de ladrones de joyas, ni el regreso de Gibert (Bernard Farcy) ayudan a hacer a la historia más amena. Lo que alguna vez supo combinar bien acción con comedia, hoy se limita a disparar chistes sin gracia y fuera de época que hicieron eternas las casi dos horas de filme.
Ojo, la película en sí se puede disfrutar si no se va con pretensiones y se deja lado la comparación con la saga Rápido y furioso a la que mucho le debe. Verla como una parodia no la hace tan tediosa y tranquilamente se la puede ubicar en la línea de Bañeros o Scary Movie.
Hoy en día es difícil imaginar ver una película que no sea ni secuela, ni remake ni reinicio o algo que se le parezca. Esperemos que haya una mayor creatividad en los proyectos venideros a la hora de contar una buena historia.