Punto muerto
Tras las nuevas modas de producción, aplicadas en cine al concepto reiterado de remakes y secuelas por doquier, se convertido en notoriamente visible el empobrecimiento del consumo cultural contemporáneo. En este sentido, el costado más industrial del medio audiovisual, lejos de ofrecer originalidad, se acopla a la acentuada tendencia de fabricar réplicas de franquicias (también con destinos televisivos y disponibles para plataformas online) que se agotan en su propuesta misma.
Sin embargo, rinden en taquilla y ello justifica el intento, sin más. Por consiguiente, la chatura de un espectador promedio, lo suficientemente mediocre y superfluo como para seguir adhiriendo a este tipo de propuestas sin preguntárselo demasiado, contribuye en buena parte a que este tipo de elementos condimenten la cartelera local por estos tiempos.
Esta quinta entrega de la serie de films Taxi (iniciada 1998) es creación de Luc Besson, un cineasta que en sus dotes de productor suele tener buen olfato para captar productos con potencial de éxito. Sus incursiones en el cine de acción francés (ese que construyó su propio star system) han sabido amalgamar la propuesta hollywoodense, copiando parte del modelo. Inclusive, su desembarco en Hollywood ha sido -en términos de taquilla y buen gusto artístico- por demás exitoso.
Aunque el negocio de una nueva incursión para los productores de este film (Besson incluido) haya sido una tentación imposible de evadir, lejos de la creatividad que prestigió a las dos primeras entregas de la saga, este episodio resulta –sin exagerar- bochornoso. Concebida como una buddy movie hecha y derecha, 5ta a fondo (Taxi 5, 2018) acumula toda una serie de clichés que suponen ser graciosos, pero que empantanan la propuesta en una chatura incomprensible de disimular.
En tiempos de Rápido y furioso hasta en la sopa, esta saga del cine de acción y comedia galo que combina persecuciones automovilísticas y gags de burda factura ha hecho su buena fama bajo el mismo esquema de producto de género reiterativo y previsible con el que comenzó siendo furor hace dos décadas. Claro es que, poco queda de aquel desparpajo que diera vida al film original. Aquí nos encontramos con una serie de situaciones forzadas y con poco inventiva, las cuales se acumularán sin causar la más mínima gracia en manos del insulso realizador Franck Gastambide.
Si la primera Taxi, dirigida por Gérard Pirès destacó como un gran exponente de los ´90, fue gracias a una acertada fórmula que combinaba acción y comedia de un modo renovador, a una trama que lucía fresca y a un par de personajes inolvidables. Como un triste reflejo de ayer, toda la desfachatez que allí rebosaba hoy no remite en esta nueva entrega ni la ínfima dosis de interés. Para colmo, en tiempos inclusivos el chiste funciona menos si el mal gusto pasa por discriminar y 5ta a fondo no se ahorra golpes bajos. El desatino evitable que nunca pasa de moda.
Síntomas de un cine herido hondamente en su creatividad y efectos colaterales de una tradición posmoderna de reciclar productos hasta el límite de la vergüenza ajena: el culto a la demagogia. Partícipes de un círculo vicioso al que seguirán alimentando, el gusto pasatista de cierto sector del público continuará favoreciendo secuelas por generación espontánea for export.