La saga francesa ideada por Luc Besson se ha convertido en esta quinta entrega en un artefacto antes que en una película. Sus piezas son un pobrísimo guion, personajes de mala caricatura, torpeza en las escenas de acción y una serie de gags anacrónicos que no causan ninguna gracia. Todo parece estar pensado para el lucimiento de las persecuciones ideadas desde la lógica del videojuego antes que nacidas de la tensión que pueden suponer dos autos en carrera por las calles de París o Marsella. El éxito que consiguió Besson hace 20 años con la primera Taxi combinando la estética de Rápido y furioso con la comedia slapstick, derivó en un producto sin ideas atractivas ni momentos disfrutables.