Cineasta detrás del volante
Panahi, censurado por el gobierno iraní, salió a filmar a bordo de un taxi. Habla de las posibilidades narrativas del cine, pero también de la hipocresía de la sociedad.
Jafar Panahi tiene prohibido ejercer su profesión por el gobierno de Irán. Cineasta, no puede dirigir filmes desde que fue juzgado por, básicamente, expresarse en libertad, algo que el régimen no le permite, lo encerró como prisionero en su hogar, pero ya ha hecho tres. Y el tercero es éste, Taxi, que ganó el Oso de Oro en el Festival de Berlín en febrero de este año.
Panahi se pone detrás del volante de un taxi y, se diría que en tiempo real, va llevando pasajeros. Alguno lo reconoce -no quiere decir que quienes se suban al asiento de atrás, o a su lado, sean todos espontáneos-, pero lo que importa es el retrato de la sociedad que hace el director de El círculo y El globo blanco.
Porque los diálogos van desde una charla con un comerciante de películas en DVD piratas (que vende tanques hollywoodenses, y aclara que si no fuera por él, Panahi no podría ver a Woody Allen) a un pasajero que está a favor de la pena de muerte para quienes roban a los pobres... definiéndose él como un ladrón, a dos señoras que llevan pececitos en una pecera y deben llegar al mediodía a un río a verterlos allí.
Risueñamente, nadie parece sorprenderse de que el chofer en más de una oportunidad se sincere y recomiende que se bajen y tomen otro taxi, porque no conoce las calles de Teherán, y se confunde.
Pero tal vez el mejor momento sea el que Panahi comparte con su sobrinita. La chica no debe tener más de 10 años, pero tiene una lengua muy vivaz. Convertida en cineasta como el tío, la maestra les pidió que realizaran un cortometraje, pero con una larga lista de restricciones. No es una metáfora: lo que les piden a los escolares es lo que el régimen le obliga a los directores de largometrajes.
Taxi está rodada con un par de camaritas, una de ellas suele tomar casi siempre a Panahi. Pero no es Panahi el tipo de personaje que desea que el relato se centre en él, sino que va registrando a los pasajeros, hasta llegar a un final sorpresivo, sí, pero conociendo la historia del director, no sorprendente.
También Taxi habla de cómo hoy en día cualquiera puede grabar una película, de la sobrina a otro pasajero. Habla de las posibilidades narrativas del cine, pero también de la hipocresía de la sociedad. Tal vez a Panahi se le pudo haber ocurrido la idea de este filme sin tener que sufrir la prohibición.
Como sea, es una pequeña gran obra.