Es el pasado que vuelve
Un padre que quiere enterrar la historia familiar y un hijo que lucha por la memoria, eje de este drama policial.
La frase fue dicha una y mil veces: aunque se lo esconda debajo de la alfombra durante décadas, tarde o temprano el pasado reaparecerá y habrá que enfrentarlo. Una máxima aplicable a la historia de un país y también a la de una familia: es precisamente lo que les ocurre a los Creu.
Ariel (Darío Grandinetti) reniega de la leyenda de su padre, Miguel, combatiente en la Guerra Civil Española, en la Cuba revolucionaria y en la Argentina de los años ’70, donde fue abatido. Pero su propio hijo, Federico (Juan Grandinetti), está empeñado en desempolvar el recuerdo de su abuelo y averiguar todo sobre su vida y, sobre todo, su muerte.
En desmedro de una trama policial no muy bien resuelta, el conflicto entre padre e hijo es lo más rico que ofrece Te esperaré. A partir de esa tensión surgen las contradicciones internas de los personajes y quedan expuestos los matices de una cuestión existencial: la fe. Sobre todo, la fe política: las eternas preguntas que vuelven a plantearse son cuáles son los límites para imponer los ideales y para qué sirve luchar. Por otro lado, la fe religiosa: Ariel es un arquitecto marxista que está construyendo una iglesia; en sus diálogos con un cura (Jorge Marrale) están algunas de las líneas más jugosas de la película.
Hace tiempo que la temática de los años ’70 parece sobreexplotada por el cine nacional. Pero si en la Argentina de hoy reaparecen discusiones que ya parecían saldadas -como los juicios por las violaciones a los derechos humanos-, significa que, mal que nos pese, todavía quedan problemáticas por plantear en torno a la última dictadura en el terreno de la ficción. Con frases como “en democracia todavía se dan casos de desaparecidos”, Te esperaré cobra una actualidad estremecedora y pone sobre el tapete un conflicto que no está resuelto, y tal vez nunca lo esté.