Como un manual de instrucciones
O se narra o se predica. Si se hace esto último, el relato se resiente, la película se torna explicativa y preocupada por decir(se). Es por esto que la importancia de un film está en su abordaje formal, no en su temática. Si fuese ésta quien tuviere el acento, bastaría por validar a Te esperaré, en donde la relación padre/hijo (Darío y Juan Grandinetti) provoca un enfrentamiento que toca a la memoria del abuelo, una de las víctimas de la última dictadura militar.
Pero esto no es todo, el abuelo peleó contra los fascistas en España y tuvo vínculo con la revolución cubana, entre mucho más. Se trata de un personaje que el film postula de manera "legendaria", y que ha sido recreado desde una ficción casi documental por la literatura; aquí es donde se inscribe el personaje que interpreta Juan Echanove, en tanto literato dedicado a completar una trilogía sobre este personaje casi mítico. Por eso, el viaje a Buenos Aires y el contacto histórico y familiar sobre el que descansa el film de Alberto Lecchi.
Como se decía, en Te esperaré hay predilección por la declamación antes que por el relato. Pareciera que la película no se cree lo que está contando, y culmina por caer víctima de sí misma. Puesto que se trata del realizador Alberto Lecchi, uno extraña aquí mejores resultados, como los que significan, por caso, Operación Fangio y Secretos compartidos. Allí, el relato está por delante de lo que sucede, mientras que en Te esperaré las resoluciones son prácticamente inverosímiles, y no llegan a sentir ni encarnan lo que la película procura tematizar.
En este sentido, los diálogos amenazan con llevarse por delante todo lo demás, de tan evidentemente escritos (y recitados). Como si cada una de las líneas dichas tuviese encima la carga de tener que enunciar algo importante. El efecto, justamente, es el inverso. Así como el subrayado que las acciones suscitan, como lo supone la coincidencia entre el diálogo entre padre e hijo en el automóvil, en tanto pie a la discusión violenta que a continuación se genera con otro automovilista.
Esta caracterización logra una caricaturización que termina por hacer perder la seriedad que se pretende. Como caso suficiente aparece el militar interpretado por Hugo Arana, cuyas gesticulaciones lo sitúan al límite del cartoon. Ni qué decir de la resolución en la iglesia, entre mordazas y armas de fuego. No queda claro qué es lo que persigue la película luego de algo semejante. De paso, sí viene bien destacar el hacer de Jorge Marrale como el cura en cuestión, con ciertos diálogos algo afilados, a los cuales el actor les imprime ironía propia. Pero lo cierto es que no alcanza. Mucho menos con los amoríos que el escritor español lleva adelante, con un Echanove que parece explicar lo que sus respuestas aparentemente ingeniosas dicen.
Seguramente, la participación de los Grandinetti sea una especie de espejo de límite difuso entre pantalla grande y realidad. Pero sus enfrentamientos están tan diagramados en palabras y poses y gestos, que no se alcanza a respirar conflicto alguno. Mucho menos desde las intromisiones "psicoanalíticas" de la esposa y madre que compone Inés Estévez, cuyos decires parecen rúbricas perspicaces.
En otras palabras, Te esperaré está llena de buenas intenciones, pero la virtud que guía al cine es la acción. A partir de ella, lo demás.