El film de Lautaro García tiene una propuesta sencilla, pero que logra mucha frescura. Su protagonista busca en una larga noche de verano a una chica elusiva, alguien que sus amigos le aseguran “le conviene”. Se presenta como un chico tímido, dubitativo, que no puede tomar decisiones sin consultar por whatsapp, sin seguir rastros por redes sociales, que sin querer se cruza con situaciones y personajes distintos y hasta con un trovador que interpreta canciones inolvidables que sabemos todos. Desde una pelea de enamorados, un picadito, un guía que da su visión sobre el colegio Carlos Pellegrini y los primeros hippies de la historia, a la ilusión de un amor que se escurre entre las manos, todo el recorrido es tierno y reconocible. No es original pero el filme tiene un encanto dado por los actores y las situaciones, esa búsqueda que no termina, pero que permite la aventura, el apuro que nos obliga a no disfrutar el presente, la insatisfacción constante como marca generacional, esa visión de lo efímero y lo inalcanzable. Una idea romántica que se sale del molde, que no se conforma, que deja a sus criaturas siempre sedientas e inevitablemente solitarias. Una mirada querible y realista.