La opera prima del cineasta y también crítico que va al MALBA todos los viernes a las 22.30 combina comedia romántica, musical y road movie en un film curioso, inteligente y por momentos encantador.
La opera prima del cineasta y también crítico García Candela, TE QUIERO TANTO QUE NO SE, podría aplicar a distintos tipos de género: es una comedia romántica, una road movie, un musical y, si se quiere, una película “rohmeriana” de la nouvelle vague, pero jamás entendiendo eso como una serie de códigos a ser respetados casi a rajatabla. Al contrario. Es una película que cuenta una historia hecha de constantes desvíos en los cuales Francisco trata de encontrarse con una tal Paula a la que hace mucho no veía y reencontró “en la cola de un Pago Fácil”. Pero por más posteos de Instagram y Facebook que ella deja, a él le cuesta llegar a ese destino.
En el camino pasan cosas: acompaña a su hermano a “rescatar” a su novia de las manos de otro, conoce a otra chica en un tour guiado por el centro, se pierde con el auto, se desvía a jugar al fútbol con desconocidos, a traficar con películas viejas (un lindo homenaje a LA CIVILIZACION ESTA HACIENDO MASA Y SE DEJA OIR, de Julio Ludueña) y se debate entre seguir buscando a Paula o volver a la chica que conoció en el tour, en una clásica situación rohmeriana que aquí tiene una curiosa vuelta de tuerca.
Pero a la peripecia de baja intensidad de Francisco hay que agregarle una línea paralela que cambia la película de manera clave. A los diez minutos de comenzada, e inesperadamente, se vuelve una suerte de musical. No en el sentido clásico, pero algunos personajes cantan canciones de la nada y un músico de dudosa pericia se atreve a clásicos del cancionero de los ’70 y ’80. Resulta un tanto curiosa la selección musical (que seguramente no resistirá la voracidad de SADAIC si la película intenta tener un recorrido comercial en salas) pero no por eso deja de ser raramente bienvenida. García Candela elige piezas de Silvio Rodríguez, José Feliciano, Leonardo Favio, Fito Páez, Sui Generis, Sandra Mihanovich y otros similares que uno creía que ya pocos escuchaban salvo los nostálgicos. No parece haber ironía en la selección sino un gusto particular por la canción acústica “sensible” de entonces.
Es cierto que la tibia melancolía o abulia de los protagonistas (la ciudad de Buenos Aires parece habitada solo por alumnos de la FUC, incluyendo los que atienden las estaciones de servicio) y su, en cierto modo opaco carisma, no permiten que el filme alcance demasiada potencia dramática, pero no parece ser eso lo que busca el director sino retratar el deambular de un personaje por una ciudad que no duerme, que parece vivir con un par de rivotriles encima, pero que por lo menos canta y escucha canciones en la radio, en las calles y en las plazas. Como un filme de Ezequiel Acuña pero en clave “cantautor”, TE QUIERO TANTO… es una película bella y luminosa casi a pesar de sus timoratos protagonistas.