Sexo, terror y adolescentes escapándole a la muerte. Sí, son todos los ingredientes de un típico slasher, y sin embargo It Follows es muchísimo más que eso, y apenas si comparte sutilmente la temática de dicho género. El director David Robert Michell, no obstante, conoce las reglas del juego y es por eso que sabe exactamente cuándo torcerlas: si la muerte acecha, no lo hace detrás de una máscara con un cuchillo, sino desde un lugar algo más conceptual: cambiando de cara y reencarnando inesperadamente en los seres menos pensados.
Para entender mejor: It Follows es un film independiente que hace uso de sus libertades, al no estar atado a un enorme presupuesto, y explota sus virtudes minimalistas desde un terror más psicológico que gore. Así, sigue la crisis de una joven que tras tener releaciones sexuales con su pareja, descubre que ahora sin querer es parte de una carrera contra la muerte.
Sucede que hay una suerte de “virus fantasmagórico” (la metáfora, de todos modos, va más allá de lo obvio) que persigue a quienes se lo van pasando a través del sexo, y el único modo de sobrevivir es... pasárselo a otra persona más.
Queda difusa así la delgada línea de la moralina que uno podría sospechar de ésta trama: ¿el director está diciendo que el sexo casual es malo y peligroso? Si es así, ¿por qué sugiere que para zafar de ese destino mortal, hay que tener más sexo de ese tipo para seguir adelante? No hay que darle muchas vueltas al asunto: lo cierto es que Mitchell maneja con indudable maestría el suspenso (algunos pasajes recuerdan al mejor John Carpenter de Halloween, con esa amenaza que camina, no corre) y lo hace con un pulso que muchos contemporáneos del terror envidiarían. Sin duda es ésta una de las más gratas sorpresas cinematográficas del año.