Fugitivos de lo que nadie escapa
La vara con la cual valoramos el cine de terror en los últimos años ha tenido que bajar necesariamente. Salvo algunos oasis como la remake de Posesión infernal (Fede Alvarez, 2013) o El conjuro (James Wan, 2013) y hasta Ritual sangriento (Jim Mickle, 2013), en general la cantidad de producciones del género (casi todas norteamericanas) son demasiadas y de calidad dudosa. De todas maneras, estas películas tienen un público asegurado que hace que nunca fracasen en la taquilla, como suele suceder con la comedia norteamericana, por ejemplo. Es que el cine de terror es como la Selección Argentina: hace mucho ruido aunque no le gane a nadie.
En el caso de Te sigue estamos ante un film que no sólo es de terror, es también un film de premisa, esa especie de subgénero maldito del que pocas veces alguien sale airoso. Hablamos de esos films cuya lógica narrativa (por decirlo de alguna manera) se sustenta en una afirmación absolutamente arbitraria. Por ejemplo, esa entretenida pero demasiado ridícula película con Amanda Seyfried y Justin Timberlake, El precio del mañana, en donde toda la gente por alguna razón difusa tiene un reloj bajo la piel que le dice cuánto le queda de vida. En pocas palabras, cuando se utiliza bien una premisa sale Sexto sentido, si no sale El origen, donde un montón de personajes parecidos a Aníbal Fernández intentan explicar lo inexplicable. Te sigue es una película de premisa cuyo resultado, por suerte, es parecido al de Sexto sentido.
A pesar de que el mecanismo de la película se devela rápidamente, y que creemos que aunque se sepa de antemano el espectador puede disfrutarla igual, no vamos a develar nada aquí para que la sorpresa sea completa. Lo que gusta de Te sigue, de todas maneras, no es su originalidad, ese concepto sobrevalorado. Lo que importa es que vuelve a las fuentes, en busca de viejos recursos probados, para contar una historia moderna. Si le sacamos el hecho fantástico, Te sigue es un drama adolescente independiente norteamericano a imagen y semejanza del festival de Sundance. Pero el hecho fantástico está, y la verosimilitud creada por esa estética de adolescentes despreocupados de suburbio típico ayuda a que nos lo creamos fácilmente. Cuando aparece el terror nos damos cuenta de que el director, David Robert Mitchell, sabe que su película necesita ritmo particular y realmente lo consigue. En Te sigue busca el efecto al igual que Poe, y construye un relato fantástico tan típico como demoledor, que podría haberlo pensado Hawthorne en el Siglo XIX o el joven Cortázar de Bestiario, aunque en el último caso los malos serían todos obreros peronistas.
Por otro lado, se nota que Mitchell ha leído a Freud y ha visto cine de terror. Pensándolo bien, se nota que es un ser humano y que lo obsesionan la muerte y el sexo. En Te sigue, hagamos valer la redundancia, lo que te sigue es la muerte pero también el sexo, o un híbrido entre ambos. Sabemos de aquella regla mitológica que se volvió autoconsciente en Scream, en el cine de terror (y a veces en el cine a secas): quien tiene sexo muere. En Te sigue esto es una regla vital, y el director, con mucha inteligencia, aprovecha para explorar cómo sus personajes deben relacionarse a través del sexo.
Mitchell sostiene el tono de su película casi todo el metraje, salvo hacia el final, en una mala secuencia en una pileta que podría haber arruinado todo pero de la cual sale airoso. Con las armas de siempre: el peligro, el sexo y la muerte, Te sigue se suma a la lista de oasis en el desierto que es el panorama actual del cine de terror. Aunque al igual que las otras, no le alcanza para ser una obra maestra pero es de lo mejor que ha aparecido. Es lo que hay.