Paranoia por contagio
Cuando surge un bálsamo como Te sigue (2014) frente a las trilladas y decadentes propuestas de un género alicaído no se puede más que celebrar, aunque -a confesión de partes- quien escribe no es precisamente fanático de las películas de terror.
La idea de represión sexual o castigo al libertinaje erótico era uno de los tópicos que motorizaba los resortes de cuanta película de terror, protagonizada por adolescentes, se tratara y sembraba desde la puesta en escena y el in crescendo de cadáveres una lectura un tanto reaccionaria ante la libertad y una condena solapada del espíritu y la vitalidad juvenil. Ahora bien, ese código fue mutando en otras lecturas y dio lugar a variaciones, que operaban bajo la misma dialéctica, en la que el castigo a la oveja descarriada de turno se modifica solamente desde las armas y las torturas a las que es sometida, pero la raíz de ese fundamento inatacable sigue siendo la misma.
Por eso, Te sigue hace de la paranoia al contagio por transmisión de cuerpos que atraviesa el derrotero de un grupo de adolescentes en tránsito de la etapa de pubertad a la adultez su espada de Damocles. Con la suficiente inteligencia por parte de su director, David Robert Mitchell, de renunciar a todo golpe de efecto para, desde un manejo meticuloso de la puesta en escena y el detalle en el encuadre, armado de cada plano con correspondencia entre planos generales y planos detalle, generar la atmósfera de terror y suspenso que solamente puede entenderse desde el punto de vista psicológico de la protagonista, una estudiante universitaria, quien luego de un encuentro sexual casual es de cierta manera portadora de una maldición, donde se involucran criaturas que cambian de cuerpo y que al solo contacto con la víctima sacian su deseo sexual a cambio de la muerte del recipiente.
En términos narrativos, la apuesta al minimalismo recoge el guante para cachetear al cine del metraje encontrado tan en boga últimamente y reemplazar ese tedio habitual de productos de ese estilo por una contextualización que trae como referencia el cine de los 70, sin la necesidad del guiño cinéfilo para sustentarse, pero donde son evidentes las influencias, por ejemplo de Halloween (1978), por citar el caso más a mano.
La alegoría o metáfora también funciona en Te sigue, porque podría tranquilamente tratarse del deseo reprimido que camina entre la gente y que solamente pueden percibir aquellos que aún no han transitado por una plenitud sexual, como deja entrever ese coqueteo permanente entre la protagonista y uno de sus amigos, personaje que gracias a la sutileza del guión escapa con armas nobles al estereotipo del freak conocido, así como el resto de los personajes que interactúan y aportan frases o diálogos sumamente jugosos.
En otras palabras, estamos en presencia de una película que no reniega del género; se lo toma en serio sin traicionar sus códigos elementales, y que seguramente sorprenda al espectador y deje abierta la puerta para otras producciones anglosajonas que salen de la norma del mainstream reinante.