El género de terror es una bestia de mil rostros. Es el monstruo que se oculta en el pantano, el mutante caníbal, un enmascarado psicópata, algún muerto que regresó de la tumba, invasores del espacio exterior, el ser que succiona sangre. Entre todas esas variables y representaciones existe una constante: la muerte. El fuera de campo más inmenso: la oscuridad eterna, desaparecer. Ese máximo horror puede presentarse como brutal y directo. Pero en definitiva, habita nuestro espacio desde siempre. Nos va deshaciendo de a poco, sin ansia. El descubrimiento de nuestra mortalidad es algo terrible. Desde el momento que entendemos la finitud de nuestra vida, la angustia y desesperación nos toma del cogote para sacudirnos. Surge esa necesidad de la inmortalidad, la fe, la trascendencia, el legado. Te Sigue (It Follows) habla de la comprensión de la muerte. Por eso Te Sigue no desespera, posee la certeza que algún día, en algún momento, nos va a alcanzar.
La historia de Te Sigue toma a Jay (Maika Monroe), una joven de Detroit que, luego de tener sexo con un chico (Hugh, Jake Weary), recibe una maldición: la de abrir los ojos y ver la muerte venir por ella, encarnada en una entidad que puede tomar la forma humana, y que la va acosar hasta finalmente poder matarla.
La vinculación del terror con el sexo siempre ha tenido un lugar especial en el género. Te Sigue toma ese camino, pero a diferencia de otras, le agrega un existencialismo que hace mucho no se ve en la pantalla grande. Porque para tomar conciencia sobre esa muerte/entidad utiliza como disparador el encuentro sexual, donde uno se pierde en el otro, fundiéndose en el momento a través de lo que muchos llaman una pequeña muerte. Existe una forma de extender la supervivencia. La única forma que tiene el animal y el humano de perpetuarse es la reproducción. Aparearse con otros (para transmitir a un tercero la maldición) otorga una prórroga. Por eso Te Sigue muestra el acto sexual desapasionado, mecánico, a la distancia. Este aplazamiento de la cercanía de la muerte es temporal. Porque eventualmente, el demonio de mil caras volverá a buscarlos, sacando del camino a quien se haya transmitido.
Detroit es una ciudad de fantasmas (los jóvenes de esta película podría reflejarse con los de Las Vírgenes Suicidas de Sofía Coppola), la fatalidad lo envuelve todo. En otro tiempo era la invitada a ser la gran ciudad de Estados Unidos (rivalizaba con New York a comienzos de siglo) y hoy se proyecta como una ciudad moribunda, con casas abandonadas y un porvenir cada vez más sombrío. En ese ambiente de desolación y desesperación, nuestra protagonista va a tener que enfrentar su mortalidad. Una que vendrá paso a paso por ella. Detroit se presenta perfecta para transmitir desasosiego, soledad y desamparo. Los jóvenes tienen una batalla personal (se hace muy clara con la ausencia de las figuras adultas), porque gira en un proceso para el que los adultos no tiene ojos.
La vinculación del terror con el sexo siempre ha tenido un lugar especial en el género.
La utilización espacial por parte del director David Robert Mitchell es vital. La cámara es inconmovible, la utilización del plano fijo para permitir el in crescendo de la tensión y la cámara de 360 grados para transmitir paranoia, son dos recursos necesarios para la idea del film. No es su intención asfixiarnos, sino mostrar que la muerte está ahí afuera, en algún lugar, esperando.
En Te Sigue el conocimiento es determinante. Abrir los ojos no deja lugar para volver atrás. Por eso toma vital importancia el momento de la cita en el cine entre Jay y Hugh. Mientras esperan para entrar a la sala practican un juego. Él debe elegir una persona a la vista, ella tiene que adivinar su elección y no lo consigue. Hugh desea ser un niño en brazo de sus padres. Para él, su estado anterior a la maduración, con la incomprensión de muchos sucesos, representa un tiempo feliz. Luego, cuando él intente adivinar la elección de Jay, se demostrará que no hay regreso posible a la infancia. Situación confirmada por dos sucesos posteriores de la película. Una, cuando nuestra protagonista tenga su primer encuentro con la entidad que la acosa: intentará escapar en una bicicleta de niña, y se dirigirá a un parque, lugar de felicidad infantil. La segunda, cuando organicen un escape en auto con un vecino, el lugar seleccionado será una casa costera donde de niño solía ir con su padre. Otro intento de volver el tiempo atrás. Pero una vez más, la inocencia es irrecuperable.
En el texto de El Banquete de Platón, expresado por Diotima (la misma de la frase del inicio de la crítica) argumenta que el amor es un dios (o demonio) que se mueve entre la muerte y la inmortalidad. Por eso la pareja de Jay no puede ser sino quien finalmente resulta ser. La que le puede brindar más que una relación casual, alguien capaz de enfrentar a su padre. En definitiva, aquél con quien puede ir caminando de la mano hacia el futuro, aunque (quizás) la muerte camine detrás de ellos. Porque la realidad dicta que siempre lo hará, la muerte es infinita. Solo hay que dejar de mirarla.