CONVIVIR CON LOS RECUERDOS
El cine argentino continúa en deuda con la guerra de Malvinas, sobre todo desde la ficción y más aún después de la horrible manipulación publicitaria de Iluminados por el fuego (Tristán Bauer, 2005), película que continúa una confusa tradición iniciada en los años inmediatos a la vuelta de la democracia, en la que la necesidad de bajar línea se impone a lo que se está contando. Es en el terreno del documental donde hay que buscar acercamientos que, sin conformar del todo, hacen justicia a lo ocurrido, proyectando una mirada más rica y productiva sobre el tópico.
En esta línea puede verse Teatro de guerra, de Lola Arias, aunque el resultado final se vea afectado por la reiteración del mecanismo que pone en juego la puesta en escena. Dentro de un marco conceptual vinculado con el teatro del distanciamiento, vemos a un conjunto de hombres veteranos de guerra, argentinos e ingleses, en diversos escenarios. El tema que atraviesa todas las situaciones es cómo se vive y se convive con el recuerdo, con lo que se vivió y no se puede olvidar. Los personajes hablan, se interpelan, recrean y pronuncian diálogos intensos, y la ausencia de música logra que no haya interferencias ni condicionantes emocionales. Además, la cuestión mnemónica se sostiene con otros signos tales como insignias, prendas de vestir, zapatos y banderas, potenciando determinados significados.
Arias no busca el vínculo afectivo con el espectador y por momentos la cámara enfoca a los personajes frontalmente para que se descarguen como si estuvieran en una sesión terapéutica. En otras oportunidades, espacios vacíos son recorridos y los relatos deben ser completados con nuestra imaginación, en un procedimiento ciertamente desafiante. Algunas situaciones forzadas y la necesidad de que el procedimiento ensayístico esté por encima del referente y de los personajes involucrados, enfría bastante a la película más allá de sus innegables virtudes.