Seth MacFarlane es un conspicuo practicante del humor televisivo y previsible. La construcción del gag chabacano “de guión”, políticamente incorrecto pero obvio y efímero, puede funcionar en ciertos programas televisivos pero es mucho más compleja su ejecución en el cine, donde la clave de la comedia se encuentra en la construcción del espesor de los personajes, un aceitado funcionamiento del montaje y ante todo y fundamentalmente, la imprevisibilidad del paso de comedia. En Ted (2012) ninguno de estos elementos funcionaba y la puesta en escena era mucho más cercana al Padre de Familia del propio MacFarlane que al clasicismo de Los Muppets, donde los muñecos también viven en el mundo de los humanos pero desde Jim Henson y Frank Oz hasta Nicholas Stoller y Jason Segel comprenden los pasos de la comedia clásica y los ejecutan con precisión de relojería.
En Ted 2 (2015) MacFarlane regresa al humor televisivo, aunque esta vez menos acentuado y engorroso. Si bien la película continúa con la puesta de gags cortos y efímeros de su predecesora, esta vez el director pretende incursionar en un juego un poco más atractivo, una especie de buddy movie de perdedores white trash como corazón central de la historia, donde los anquilosados chistes de derrota logran que el espectador pueda construir empatía con los personajes, algo que no sucedía en la película original de la saga. Aquí Ted, lejos de la fama de aquel muñeco que misteriosamente tomó vida, busca la redención luego de que el gobierno pretende declararlo “propiedad” y despojarlo de los derechos civiles que tiene cualquier persona.
Esta salida de la comedia pura y los toques de melodrama (divorcios y problemas matrimoniales tanto de Ted como del John de Mark Wahlberg), drama social (discriminación laboral, búsqueda de la identidad) y hasta drama jurídico (más allá del exceso de hacer dos secuencias completas de juicio), liberan a MacFarlane de descansar solo en la comedia descocada de TV y hacen que Ted 2 funcione mucho mejor que Ted y que A Million Ways to Die in the West, su película anterior donde se metía en un género (el western) sin tener ni la más mínima idea de lo que estaba haciendo. La frescura (y las bellas piernas largas) de Amanda Seyfried hacen la película más grácil y le dan un poco de amabilidad a la pareja de perdedores y al pilar central de chabacanería sobre el cual construye MacFarlane. La rubia actriz funciona como una especie de comic relief a la inversa, cuando MacFarlane y Wahlberg se pasan de rosca Seyfried baja a los personajes a lo terrenal y los saca de la comedia limpia para llevarlos al barro del mundo burócrata.
De la incorrección política pura y dura en Ted a la redención judicial y burocrática en Ted 2, todo parece marcar un camino para MacFarlane, y no es otro que el camino que sufren los personajes, el del paso del tiempo. Ted 2 marca el fin de la adolescencia tardía para los personajes y quizás como a Ted, le consolida a MacFarlane una identidad como cineasta.