El oso desgastado
¿Era necesario? La secuela de Ted no llega a estar a la altura de la primera, la compra ciega de todo lo que lleve la rúbrica de Seth MacFarlane en este caso no lleva a buen puerto. El reparto promete y la seguidilla de chistes genera un buen timing en la comedia, aunque el exceso de golpes bajos la torna una historia con un dramatismo exagerado. El acuerdo tácito con el espectador, por más que no haya visto la película anterior, acerca de la existencia de un peluche que cobró vida -personifica un reventado- permite apostar por una historia que empieza y termina en el oso. Antes la historia se construyó como un relato cronológico desde la infancia hasta la adultez de John (Mark Wahlberg) que ahora queda un tanto relegado y el protagónico femenino se transfiere para Amanda Seyfried, quien arrastra una gran racha de películas regulares a muy malas y aquí no pudo repuntar.
El humor es inteligente, a veces básico y siempre cínico. Charlie Hebdo, 9/11, Germanwins, Robin Williams, matrimonio igualitario y racismo son parte del catálogo de incomodidades para el público estadounidense que preparó MacFarlane. Ted quiere ser padre luego de contraer matrimonio y se encuentra con un impedimento legal por su condición de propiedad, el engranaje burocrático termina convirtiéndose en una sátira a otras películas que representan un subgénero en sí mismas: La dama de oro, Una mente brillante, El juez, Mi nombre es Sam, A sangre fría, entre otras. Entre los alegatos se pone en duda la condición de ser humano de Steven Tyler, por citar sólo un ejemplo. El principio muestra una coreografía al estilo Magical Mistery Tour y es prometedor, de todas maneras los personajes (en particular Ted) terminan desdibujándose en el transcurso de una comedia donde el valor fundamental es la amistad por sobre todas las cosas. Por supuesto nunca deja de ser ajeno el lenguaje soez y el consumo de drogas.
Salvando las distancias, el suceso que inspiró el nuevo desembarco de Ted en la pantalla grande fue el Caso Dred Scott contra Sandford, durante la Guerra de Secesión, cuando a un esclavo (considerado propiedad) se le negó el derecho a convertirse legalmente en ciudadano libre. Fue un factor importante el desarrollo de la siguiente Guerra Civil. El revisionismo del director y guionista se ocupa también de revivir viejas glorias del cine, cuyo clímax lo alcanza en la visita a la Convención Internacional de Cómics de San Diego (Comic-con) donde hace justicia con muchos personajes olvidados por las nuevas generaciones.
No se repite la célebre canción del trueno, tampoco se incorpora alguna original, aunque se mofan con algunas versiones desopilantes que disimulan una trama que se cae a pedazos; el doctor que recibe en un hospital a Ted se presenta como Dr. Danzer e instantáneamente el oso le retruca “Tiny Dancer”, de Elton John.
El papel de la esposa, Tami-Lynn (Jessica Barth), es el más flojo de todos. Causa poca empatía y está lejos de competir con la sociedad construida por los amigos. La nueva y enigmática cajera del supermercado resultaba más atractiva en su incursión a la historia, y lo mismo pasa con Mila Kunis, que funcionaba mejor que Seyfried, una joven abogada que será imprescindible en la cruzada legal pero dista de poner orden en la vida de los protagonistas y carece de conocimientos culturales impostergables como la saga Star Wars y El señor de los anillos.
Ted 2 es ideal para televisión, aunque si lo que buscan es comedia no tiene competencia en la cartelera. Las risas están aseguradas, pero no esperen algo que se asemeje al primer largometraje de MacFarlane. De yapa: Morgan Freeman, Liam Neeson y Sam J. Jones hacen breves pero anecdóticas apariciones.