Osito sobreexplotado
Ted era ácido, guarro y tierno. El problema con esta secuela es que lo sigue siendo, pero no hay tanto gag.
Ted 2 es un ejemplo de lo que pasa cuando una buena idea se sobreexplota. Lo genial de la primera Ted no era el osito de peluche parlante, sino que todo el mundo se tomara con naturalidad que existiera semejante criatura, y que fuera cajero de supermercado, y que tuviera novia. Además, ese osito era ácido, guarro, putañero y fumeta, sin dejar de ser tierno. La dupla de grandulones con mentalidad adolescente que formaba con Mark Wahlberg era insuperable: uno quería ser amigo de esos dos tarados queribles. Con esos atributos, Ted -opera prima de Seth MacFarlane, el creador de las series animadas Family Guy y American Dad- resultó una de las comedias más taquilleras de la historia (recaudó unos 550 millones de dólares, diez veces lo que costó). Era inevitable que hubiera una secuela. Pero el efecto sorpresa ya fue, y entonces estamos ante otra más de las comedias que Hollywood nos viene entregando últimamente: con algunos chistes efectivos y muchos demasiado gastados.
Esta vez encontramos al osito como protagonista absoluto y a Wahlberg como el segundón (una lástima). Ted está casado, tratando de formar una familia para encarrilar su ardua vida conyugal y metido en una lucha judicial por ser reconocido como persona, porque resulta que el Estado lo considera un objeto, una mera "propiedad", condición que le quita todos sus derechos civiles. Estas premisas del guión parecen lo suficientemente absurdas como para que la dupla vuelva a lucirse. Pero no, porque se machaca en la repetición de una fórmula.
El humor de Ted 2 se basa en tres recursos. Por un lado, los chistes de referencia a la cultura pop en general y en particular a los íconos de los '80 -época en que quedaron varados los protagonistas- que funcionaban muy bien en la primera. Ahora vuelve a haber cameos de celebridades y menciones de nombres propios al por mayor, algo ya demasiado visto no sólo en Ted sino también en otras películas posteriores -Pixeles, sin ir más lejos-, con el agravante de que varios de esos nombres no significan demasiado en la Argentina. Otro cimiento es el humor drogón, una veta también explotada en la primera. El tercer pilar es la escatología: pedos, semen, caca... A los menores de 12 puede causarles gracia; al resto probablemente no.