Sumando nuevos serial killers a su ya prolífico catálogo, Netflix sigue a su documental sobre Ted Bundy con este film de ficción basado en el mismo asesino múltiple y a cargo del mismo director, Joe Berlinger. Con Zac Efron como Bundy en una elección precisa, por el parecido y el atractivo que, además de sus más de treinta asesinatos probados, hizo famoso al femicida de Vermont, que murió en la silla eléctrica en 1989.
Esta película está contada desde el punto de vista de su pareza Liz (Lilly Collins), que durante mucho tiempo se negaba a aceptar que su novio fuera otra cosa que inocente. Aunque esa mirada no se sostiene a lo largo de todo el relato, y mientras la decisión de contar a Bundy desde su intimidad conyugal, sin mostrar lo que hacía fuera de ella, tiene un efecto algo frustrante. Como si prescindiera de la potencial fascinación de un personaje como ese porque cuenta con algo más interesante, aunque la angustia de la mujer no parezca entrar en esa categoría. Y mientras las noticias sobre Bundy, que se escapa, entra y sale de distintas prisiones en distintos estados, aparecen como un racconto confuso, sin tensión narrativa. Paradójicamente, lo mejor de la película que ficcionaliza el caso real está en el bonus final, documental.