Del director Joe Berlinger, llegó “Ted Bundy: Durmiendo con el asesino” a los cines. La historia del asesino en serie más famoso de los Estados Unidos fue una total vorágine por lo que generó en los medios de comunicación y en el país.
Zac Efron interpreta a Ted Bundy, un joven que aparentaba ser un estudiante, sencillo e inteligente. En uno de sus viajes conoce a Liz Kloepfer (Lillly Collins), una joven madre soltera que da todo por su hija. La conexión entre ellos fue instantánea, los años fueron pasando y ellos vivieron felices – hasta que una noticia en el diario lo cambia todo. Unas jóvenes estudiantes aparecen asesinadas y se llega a la conclusión de que en varias ciudades también había de estos casos.
Una sobreviviente reconoce a Bundy como su agresor y con el correr del tiempo empiezan a aparecer más pruebas que lo involucran a él cada vez más. Liz nota la ausencia de Ted en su casa y la lleva a sospechar un poco, pero para ella las pruebas no son suficientes para estar certera.
El film muestra la historia de la pareja, de cómo lo viven las dos partes, desde sus propias perspectivas. Por un lado una madre con culpa que creía ya tener todo hasta que su compañero de vida no era quien parecía ser, y por el otro un demente asesino que se empeña en demostrar que es inocente y todos los comentarios en contra parecen resbalarle del cuerpo.
Es difícil ver a Efron y no recordar a Troy Bolton, pero en este caso el cambio fue rotundo y acertado. Lo que se destaca del personaje es la seriedad y frialdad en cada escena, pero lo malo es que no fue mostrado como se esperaba porque se centraron mucho más en cómo lo veía la gente, es decir mostraron más una parte exterior y no tan interior, lo cual hubiera sido un poco más interesante.
Por ciertos momentos, el film comienza a sentirse largo y tosco, lo cual no ayudó a la participación de Collins, quien tranquilamente podría haber tenido un muy buen destaque, pero no fue así. Claro que aparecen los actores John Malkovich y Jim Parsons, quienes le agregan aún más nivel a toda la película. Al final todo cierra bien pero no como uno espera – o al menos yo -, dejando una sensación de que algo falta para cerrar el círculo.