Ted

Crítica de Javier Mattio - La Voz del Interior

Nostalgia incorrecta

Insólita como su protagónico oso de peluche zafado que habla y putea, el debut de Seth MacFarlane (Family guy) corre el riesgo de morir bajo el propio peso de su chiste ¿surreal? ¿Bizarro? ¿Fumado? en el que hombre y juguete comparten una longeva e inseparable amistad, sumado al hecho de que el osito en cuestión maneja autos, sale con chicas y se pasea por las calles como un humano más, sin que nadie se sorprenda.

Pero es ese eje creíblemente inverosímil el que justamente salva a Ted de caer en una comedia (norteamericana) más, convirtiéndola en otra cosa: una inclasificable mezcla de película fantástica, comedia de amigotes y comedia romántica que oscila pero no desbarranca, segura en su artificialidad de muñeco de peluche Hasbro-frankensteniano.

A lo que hay que sumar un dramatismo y una oscuridad incipiente en la figura de ese treintañero John Bennett (Mark Wahlberg) que se niega a crecer, a quien le llega el ultimátum de parte de su novia Lori (Mila Kunis) de que le dé vía libre al oso parlanchín antes de que sea demasiado tarde. Conflicto que deriva en escenas como la de la pelea entre John y Ted en el hotel o el destino trágico del osito tras la persecución final; graciosas, sí, pero también terribles y amargas: hay algo triste en Ted, algo incómodo.

Que no tiene nada que ver con los innumerables gags dedicados al sexo, la religión o la cultura norteamericana más o menos hilarantes, más o menos escatológicos, más o menos incorrectos (Ted actuando una eyaculación facial, Ted con la nariz empolvada de cocaína), que sumidos en el aura irreal de la película se vuelven amenos y esporádicos.

Ted, por el contrario, atrae en su extrañeza de sueño realista pergeñado por un niño-grande (¿Bennett? ¿MacFarlane?), de a ratos desesperado en esa obsesiva cita nostálgica a Star Wars, Top Gun y otros íconos ochenteros. Mirar atrás que se hace delirio en el cameo fiestero y cósmico de Sam “Flash Gordon” Jones, gran momento del filme en el que se hace real su propósito a la vez tierno, jocoso y perdidamente retro, opuesto a la aparición innecesaria de Norah Jones, más acorde a la típica comedia sin osito de peluche.