Seth McFarlane es un nombre importante en la cultura popular contemporánea: el creador de la serie de animación para adultos “Padre de familia”, algo así como el eslabón perdido entre la amabilidad oscura de Los Simpson y la crueldad surrealista de South Park. “Ted” es su primer largometraje: un niño de diez años desea que su osito de peluche cobre vida. Cobra vida, son famosos un tiempo y luego crecen, y cuando crecen, el niño quiere irse a vivir con la novia y el oso es un adolescente que no quiere crecer (su dueño, en realidad, tampoco del todo). Es decir: por un lado tenemos una película del tipo “el otro lado de…”, que satiriza las fantasías de adolescencia de los `80.
Por el otro, un mecanismo cómico para hacer crítica social ácida sin ser del todo ácidos. Hay grandes momentos cómicos (la pelea a golpes entre oso y dueño) y mucho humor sexual y escatológico (aunque en realidad hay más diálogo picante que imágenes perturbadoras: ¡esto es una comedia comercial, amigos!) y Mark Wahlberg está muy bien. El problema es que se trata de un largometraje: la idea de base se agota más o menos en el minuto doce y después es cuestión de esperar una secuencia que tenga gracia. Por suerte las hay, pero lo que uno termina descubriendo es que se trata de un film mucho menos radical –formal y temáticamente– de lo que promete: apenas otro cuento de amistad hiperrealista, apenas disfrazado con un buen efecto especial.