Se presenta como una comedia documental. Pero es mucho más que eso. Es que para su primer largometraje la realizadora Brenda Taubin logró muchos méritos. Es la primera vez que se trata el tema Guerra de las Malvinas en una dimensión que merece pero con humor y ternura. Lo que parecía imposible hasta ahora, ella lo torna realidad. Taubin sabe dosificar exactamente un clima que por momentos, sin parecerse en nada, recuerda la travesía delirante de “Esperando la Carroza”, en el sentido de recuperar un humor y un lenguaje muy argentinos, pero en su justa dimensión, un camino que para otros siempre desemboca en la estridencia y la caricatura. La historia que un día cuenta Telma en unos de los encuentros del cineclub que llevo adelante durante años la directora, se transformo en la gran tentación y en una gratificante realidad. Lo que empezó con una carta escrita por una quinceañera para un soldado de Malvinas ( una práctica que incentivaban las autoridades en los medios) y su respuesta, transformó a esas palabras en un ser anónimo pero de la familia, todos se preocupaban por su destino, lo recordaban en las fiestas familiares, era un fantasma persistente. La idea de buscarlo es lo que moviliza alegremente a este film tan personal, emotivo y encantador. Un hallazgo.