Telma D’Andrea tiene 77 años, ama el cine (integra un grupo de jubilados que se reúne todos los jueves a ver películas), pero la carcome sobre todo una gran obsesión: encontrar a un soldado que estuvo en Malvinas y que fue el primer amor de su por entonces quinceañera hija Lili, con quien intercambiaron cartas de amor durante la guerra de 1982.
Con la ayuda de algunas amigas, la testaruda Telma iniciará una tarea detectivesca de la que la película se apropia haciendo siempre evidente el artificio, la construcción ficcional en el ámbito del documental, y jugando con la complicidad entre las veteranas protagonistas y la joven directora Brenda Taubin.
Con reminiscencias de Las cinéphilas pero también de El agente topo, Telma, el cine y el soldado, que tuvo su estreno mundial en el reciente BAFICI, apuesta -incluso desde el uso de la música- a la comedia de enredos, más allá de que en el trasfondo está el drama de la guerra (se incluye además bastante material de archivo sobre el conflicto de Malvinas).
No adelantaremos el resultado de la búsqueda, pero la película es más interesante cuando se analizan sus múltiples propuestas y materiales por separado que en el conjunto. Hay una evidente simpatía en los personajes (y empatía con la historia en cuestión), pero también algo que suena forzado, no del todo emotivo, en la mixtura de los diferentes elementos y facetas de la película.