Esta semana se estrena uno de los documentales que ha sido una agradable sorpresa dentro de la programación del último BAFICI y va a poder disfrutarse en pantalla grande: “TELMA, EL CINE Y EL SOLDADO” de Brenda Taubin, inicia entonces su recorrido en salas comerciales.
Fue justamente dentro de la programación del BAFICI que apareció entre una diversidad de propuestas, y se transformó rápidamente en una de esas pequeñas películas que se recomendó “boca a boca” porque llegó al alma de cada espectador. En este caso en particular, además, demostrar que el documental no tiene por qué tener un formato solemne o enciclopedista sino que puede narrar una historia con los mismos cánones de un filme de ficción y verse potenciado pon la fuerza de una historia real.
Además de asombrar por su particular sensibilidad y madurez narrativa, presenta el doble mérito de tratarse de una ópera prima. Su directora, Brenda Taubin es la coordinadora de un taller de cine al que Telma -la protagonista de su película-, acude todos los jueves junto a un grupo de habitués que se dan cita semana a semana.
Es así como Brenda conoció esta historia y decide llevarla a la pantalla grande ya que sin dudas, Telma es el personaje ideal para una documental. Con su espontaneidad y su frescura, Telma es un personaje querible y encantador que todo director de documental ansía encontrar porque cuenta con el carisma perfecto para entrar en la historia con una sonrisa y decidirnos inmediatamente a acompañarla en su camino.
Hoy Telma tiene 74 años y como buena cinéfila, vive su vida con aires de película y, por supuesto, sueña a lo grande. En realidad, no es un sueño propio sino que su deseo conecta más con la posibilidad de saldar una cuenta pendiente que Liliana, su hija, por un tema que sigue presente y que todavía no se ha resuelto.
En plena guerra de Malvinas, allá por 1982, Liliana envió una carta a un soldado anónimo que estaba en el frente de batalla. Aún hoy Telma guarda la carta que el soldado le respondió y este manuscrito quedó como testimonio de un único contacto, habiendo perdido posteriormente el rastro por completo. Telma y su grupo de amigas se convierten de esta manera en un grupo de investigadoras que irán conectando datos y urdiendo planes para intentar llegar a dar con el paradero de aquel soldado que alguna vez le prometió a Liliana encontrarse con ella a su regreso de las Islas, guitarra en mano, para poder cantar juntos y conocerse.
Pasaron casi cuarenta años y la pregunta que flota en el aire es ¿seguirá vivo? ¿Se acordará de aquella carta? ¿Cómo será su vida hoy? ¿Liliana querrá verse con él aunque a su marido no le seduzca demasiado esa idea de encuentro?
Entre todas las expresiones artísticas que conmemoran los cuarenta años de la guerra más dura de nuestra historia reciente, Brenda Taubin logra un hermoso homenaje a todos aquellos soldados a través de una historia que cuenta con mucho humor, una dulce cuota de ingenuidad y con las emociones a flor de piel. Telma y sus amigas emprenden esta cruzada que es un intento soñador para una búsqueda compleja, y la cámara las acompaña, construyendo un relato que logra entrecruzar perfectamente este homenaje a nuestros solados, las historias personales, las marcas del paso del tiempo, los caminos que la vida de cada uno ha tomado, la historia familiar y las fuertes motivaciones que todavía impulsan a este grupo de la tercera edad con la vitalidad absolutamente intacta para dar con el paradero de aquel soldado.
Más allá de las vividas a través de la pantalla con su amor por el cine, Telma ahora transita esta historia real –la suya propia-, poderosa, conmovedora y sensible. Como enorme plus, está narrada con la calidez y el humor que hace que justamente llegue a nuestros rincones más íntimos y nos cautive desde las primeras imágenes.
Que en definitiva, es el gran objetivo del buen cine y de toda buena historia.