Simplemente genial
Podríamos decir que Temple de acero (True Grit, 2010) es un western con todas las de la Ley si no fuera porque la nueva película de los hermanos Cohen justamente deja la Ley de lado para internarse en los salvajes códigos del lejano oeste donde prima la violencia y el “ojo por ojo”. Una historia clásica muy bien narrada, mejor filmada y excelentemente actuada. Las palabras sobran, hay que verla.
Mattie Ross (Hailee Steinfeld) llega al pueblo con un único fin: encontrar a alguien que le ayude vengar a muerte de su padre. Entre las opciones, elige al comisario más sádico conocido por su “temple de acero” para matar, interpretado por Jeff Bridges. Luego de varios intentos lo convence y se internan junto a LaBoeuf (Matt Damon) en la expedición para hallar a Tom Chaney (Josh Brolin), asesino de su padre, donde se desparramará mucha sangre.
Apoyados en una narración clásica, los directores de Sin lugar para los débiles (No country for old men, 2007) vuelven a dejar los guiones originales que los caracterizan para adaptar una novela como en el film mencionado el cual los galardonó con el premio Oscar a la mejor película en 2008. En este caso, la novela de Charles Portis Temple de acero fue llevada a la pantalla nuevamente luego de la versión interpretada en 1969 por John Wayne que le valió un premio Oscar de la Academia al mejor actor.
Pero la película de los Cohen se destaca por sí misma. El pulso narrativo, los personajes bien construidos, los manejos de cámara acentuando los puntos de vista, demuestran en los directores a los grandes realizadores que son, incursionando –y dominando a la perfección- un género no transitado hasta el momento, de manera clásica pero a la vez imponiendo su estilo y visión del mundo.
La violencia es el tema de la película. No hay personajes “buenos” al estilo John Wayne en esta versión, aquí todos están poseídos por el instinto asesino de buscar sangre: la niña quiere la muerte del asesino de su padre (no quiere justicia, sólo matarlo), Rooster Cogburn (Jeff Bridges) demostrar que no le tiembla el pulso cuando de matar se trata y LaBoeuf que llegado el momento su ética no se interpondrá entre el objetivo y su pistola. Tres generaciones dispuestas a derramar la sangre necesaria para cumplir su plan.
Los Cohen como en Sin lugar para los débiles, realizan un discurso sobre la violencia en el subtexto de Temple de acero, y cómo ésta despoja a los protagonistas de un futuro prometedor. El tiempo adquiere un lugar primordial y el paso del mismo queda marcado “físicamente” en los personajes.
Todo el filme apela a la construcción de un western clásico, la toma panorámica, los planos americanos, la fotografía gran angular, los primeros planos en los duelos y a nivel temático, el bien y el mal, la falta de justicia, el orden versus la barbarie, elementos excelentemente trabajados para atrapar al espectador con la historia y los personajes. De forma inteligente, los Cohen infiltran su discurso de sangre por debajo de la trama, como en el mejor cine clásico, donde un gran tema es acompañado por un gran relato.