Todo en orden en el viejo oeste
Los hermanos Coen ya se habían acercado al western en esa enorme película llamada Sin lugar para los débiles, cuando contaban las peripecias de un cowboy que encontraba un par de millones perdidos en el desierto. En este caso, con Temple de acero, se meten de lleno en el género para rehacer una película de igual nombre estrenada en 1969 que también estuvo ligada a los Oscar, ya que su protagonista, John Wayne, se llevó la estatuilla por su papel de Rooster Cogburn.
Los Coen no hicieron una remake tradicional del filme -a pesar de que es la misma historia con el mismo nombre- sino que reelaboraron el guión basado también en la misma novela de Charles Portis (True grit, 1968). En este caso, los papeles principales están a cargo de un fenomenal Jeff Bridges como Rooster, una brillante Hailee Steinfeld -nominada al Oscar a mejor actriz protagónica y que hace, dicho sea de paso, su debut en la pantalla grande con este rol- y un cumplidor y eficaz Matt Damon en el papel de LaBoeuf.
Temple de acero cuenta la historia de Mattie Ross, una jovencita de 14 años que sufre el asesinato de su padre a manos de un miserable asesino y decide contratar a un sheriff para buscar al culpable. Claro que Rooster no es un alguacil cualquiera: para resumirlo en dos palabras, es de esos que primero disparan y después preguntan. Pero Mattie también es una adolescente muy singular y por eso se encargará ella misma de conseguir no sólo al cazador sino también los caballos que harán falta para seguir el rastro del asesino, negociando como una fiera con un comerciante del pueblo -en una escena de las mejores del filme, que no sólo pinta de una vez la personalidad de la chica sino que entretiene con diálogos muy ocurrentes-. LaBoeuf, por su parte, es un Texas Ranger (algo así como un alguacil pero de otro estado) que busca al mismo asesino por otros crímenes más importantes y querrá atraparlo también para llevarse los laureles.
Seguramente que lo mejor que tiene Temple de acero es la construcción de los personajes y lo más flojo es la resolución de las situaciones dramáticas. Todo lo bueno que hacen los Coen para describir en acciones a sus protagonistas lo descuidan a la hora de rematar las curvas narrativas y las situaciones de tensión. Pareciera que los Coen hacen hoy un cine de antaño y resuelven las peripecias de los personajes a la manera antigua, como en los viejos westerns. Pim, pam, pum. Se acabó.
El guión se destaca también con sus diálogos -nuevamente, una victoria compartida con la construcción de los personajes que hacen creíble que digan las cosas que dicen-, en donde nos regalan constantemente ocurrencias y pequeños gags que hacen a la historia más verosímil y llevadera.
Las actuaciones son muy buenas, de eso no caben dudas. El Rooster Cogburn de Bridges será un personaje emblemático del cine actual, así como lo es su Dude de El gran Lebowski. Este experimentado actor, ganador del Oscar protagónico el año pasado por su papel en Loco corazón, le imprime a su personaje toda la suciedad, la necedad, la fanfarronería, la indiferencia y, finalmente, la humanidad que le hace falta a cualquier héroe imperfecto para hacerlo atractivo. Lo más sorprendente de Hailee Steinfeld es que no había trabajado antes en cine y fue elegida en un casting. Interpreta a una niña de 14 años y realmente tiene 14 años, por lo que podríamos augurarle una carrera promisoria. La eficacia de Matt Damon a esta altura es insoslayable. No es un actor que me emocione, sus gestos me aburren bastante desde En busca del destino en adelante, pero lo cierto es que haga el papel que haga, siempre cumple. Y este caso no es la excepción: su LaBoeuf termina convirtiéndose en un personaje muy entretenido. Completan en elenco estelar Josh Brolin y Barry Pepper (Milagros inesperados), pero al contrario de los protagonistas, estos antagonistas no están tan desarrollados, por lo que sus actuaciones no brillan demasiado.
Hay algo extraño con Temple de acero. Es una buena película, producida de forma excelente, con un guión bastante bien ensamblado -exceptuando los puntos que critiqué anteriormente-, con actores que se destacan y con algunas escenas memorables -las de la cabaña más que nada-. Una buena historia, bien contada, pero que, sin embargo, carece del plus emocional que nos enamora.